Democracia significa gobierno por los que no tienen educación, y aristocracia significa gobierno por los más educados
Gilbert Keith Chesterton /1874-1936) Escritor británico
Este domingo, al cumplirse un año de la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder, quedó en evidencia en el corazón de México, en la capital, que el país está partido.
Pero más allá de que la división de visiones no sólo es válida, sino obligada en toda sociedad que se precie de medianamente democrática, es claro que lo que hoy vive el país pasa por una polarización mucho más compleja de entender y más difícil de remontar, que una simple pluralidad.
La capital del país fue un reflejo de que México está partido desde su mismo corazón; por un lado el presidente López Obrador y los suyos y por otro los anti amlo, desvirtuándose unos a otros, fulminándose mutuamente.
Un discurso presidencial que machaca y machaca para acentuar la división y la polarización entre la sociedad, insistiendo en que los “buenos” están con él y los “malos” en su contra. Los primeros son los honestos, los liberales, los justos, los pobres; los otros, los corruptos, los conservadores y los de la casta divina.
Muy cerca de ahí, del Zócalo, en Paseo de la Reforma la otra concentración, la de los opositores al curso que ha tomado el país de la mano de López Obrador.
Y en medio un país atiborrado por los problemas, por el desempleo, por la inseguridad que este año llevará a romper el récord en homicidios, por el crimen organizado adueñado de todo cuanto acontece en la nación, por un sector salud que es incapaz de evitar muertes por falta de quirófanos y de medicinas, y una economía que ha entrado en recesión, y en el que la corrupción no sólo no se contiene, y menos se revierte, sino que parece remontar a niveles sin precedentes, que ya es mucho decir en un país históricamente corrupto como el nuestro.
Lo más lamentable es que no parece haber ni voluntad ni idea de nadie, ni del poder público ni de la misma sociedad, para contener la vorágine de odio y de crispación que vive hoy México. Todos parecemos conformes con este clima, o al menos no dimensionamos la gravedad del mismo.
Inicia el segundo año del lopez obradorismo, de la llamada cuarta transformación, y todos, comenzando por el propio presidente, bien haríamos en serenar las aguas, antes de que de plano se salgan de control. Empero, ni en “buenos” ni “malos” parece haber la menor intención de ello. Es hoy, o quizá en breve ya sea inútil. Al tiempo.
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