El político recto nada se arriesga en el camino y tiene poco que temer en el término
Benito J. Feijoo (1676-1764) Monje español
Se entiende que lo políticamente correcto es aplaudir que el gobernador Ramírez Bedolla proponga en su presupuesto de egresos del próximo año, un sustancial aumento de recursos destinados a la Universidad Michoacana. Debe reconocerse que el mandatario es consecuente con lo que ofreció el día de su toma de posesión: un apoyo inusitado a la Casa de Hidalgo.
Y todo mundo, comenzando obviamente por el rector, pero pasando incluso por la oposición a Morena, analistas y sectores sociales en general, han resaltado y aplaudido que «por fin» haya un gobernador que apoyará a la Universidad, que año con año ha venido arrastrando un déficit de alrededor de mil millones de pesos, números rojos que podrían comenzar a superarse dado que para 2022, el Ejecutivo propone a los diputados un presupuesto de 3,395 millones de pesos, 361 más que el de este año, es decir, un 12 por ciento.
La Universidad había pedido originalmente 4,551 millones, pero es claro que ese presupuesto estaba sobrado. De aprobarse los 3,395 propuestos por el Ejecutivo, la Universidad subsanará en buena medida su déficit, según se argumenta a manera de justificación.
Hasta ahí, todo bien. Pero el aguafiestas no puede faltar: ¿para qué quiere la Universidad 361 millones extras el próximo año? La duda, aunque no lo parezca, no es ociosa ni absurda. ¿Se utilizarán esos 361 millones para equipar laboratorios, ampliar bibliotecas, invertir en áreas de investigación, crecer la red de carreras, capacitar y actualizar a profesores, mejorar las condiciones físicas de los espacios?, ¿o se emplearán en autorizar más bonos a los empleados, viáticos a funcionarios, compensaciones por ficticias horas extras y mil despilfarros más, en lo cual la Universidad es especialista?
Si es para lo primero, adelante, ojalá los diputados crecieran el presupuesto solicitado por el gobernador. Pero si es para lo segundo, preferible que la institución se quede como está, porque seguir tirando dinero en bonos y prestaciones ofensivas es vergonzoso en un estado con las carencias del nuestro. El problema es que no hay indicio razonable alguno, que haga pensar que ese dinero extra servirá para el primero de los escenarios, y sí los hay para advertir que, como siempre, el dinero se irá directo a la basura, es decir, a las mafias sindicales y sus “conquistas laborales”.
El gobernador Ramírez Bedolla advirtió este martes que como esto es “de ida y vuelta”, tras ese respaldo económico la Universidad está obligada a transparentar el manejo de sus recursos. Cierto, pero Bedolla se quedó corto: no solo a transparentar, sino antes a emplear el dinero en donde se justifica, no en tirarlo en bonos, prestaciones y súper salarios. Por supuesto, saltarán las voces que se rasgan las vestiduras y que advierten que la institución es autónoma y ella decide en qué gasta sus recursos. Verdad a medias: sí es autónoma, pero por ley debe transparentar su presupuesto y, por ética, debe emplearlo bien, no en tirarlo a la basura.
Y como no soy políticamente correcto, no tengo empacho en alertar que si ese recurso no va dirigido a los alumnos y su formación, sino a los sindicatos y sus bonos, mejor que los diputados no autoricen la partida extraordinaria propuesta por el gobernador. Crudo, pero es la realidad, es lo justo.
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