No me preocupa el grito de los violentos, los corruptos, los deshonestos, o de los sin ética; me preocupa el silencio de los buenos
Martin Luther King (1929-1968) Pastor bautista norteamericano
Bien haría en presidente López Obrador en no soslayar las manifestaciones en su contra de este domingo. En un país donde históricamente han prevalecido la apatía y el desinterés ciudadano a exigir resultados a los gobiernos, más allá de lo productivo que suelen ser las acciones de las agrupaciones perfectamente organizadas, las manifestaciones de rechazo a sus acciones como gobernante tienen mucho más de profundidad de lo que aparentarían en primera instancia.
Lo que primero debiera evitar el presidente, sería calificar estas manifestaciones como de “fifís” o de corruptos afectados con su política “de austeridad”, en contraparte con el calificativo que obviamente dará a su evento del lunes: el del pueblo bueno y sabio, el que sí le valora los grandes esfuerzos que está realizando para sacar al país del atolladero que le heredó el régimen corrupto.
A diferencia de los ya probados acarreos que se estuvieron organizando este fin de semana para garantizar un lleno en el zócalo capitalino, la marcha del domingo no contó con ningún tipo de respaldo institucional ni había en ella ningún tipo de aliciente que no fuera el de hacer público el notorio descontento ciudadano hacia López Obrador y sus acciones, hay que decirlo, casi siempre orientadas a afectar a los más necesitados.
Nadie puede reclamarle a la madre soltera que este domingo marchó porque no tiene otra forma de manifestar su rechazo al cierre de la guardería donde le cuidaban a su hijo mientras ella trabaja, porque la 4-T dejó de subsidiarla; o al burócrata que forma parte del contingente de más de un millón de personas que fueron dadas de baja a partir de diciembre anterior, en aras de la austeridad; o al científico al que le recortaron a cero las becas del Conacyt; ni mucho menos al enfermo que está muriéndose porque en el Seguro Social ya no hay presupuesto para hacerle los estudios que requiere o darle la medicina que le urge.
Esa madre soltera, ese ex burócrata, ese científico y ese enfermo, hacen el contingente que marchó este domingo en diversas ciudades del país, aunque como siempre teniendo como principal eje la capital del país. Y ninguno es “fifí”, todos representan la clase media que está siendo vapuleada por las políticas públicas de un régimen que se acerca peligrosa e inexorablemente a una dictadura.
Si López Obrador no tiene la capacidad para leer las manifestaciones de este domingo, y obrar en consecuencia con un viraje diametral a su forma de conducir su gobierno, aquellas pueden ser sólo el inicio de un despertar de la clase media mexicana, un despertar que puede ser doloroso si el presidente se empeña en seguir encerrado en su burbuja de auto protección.
Este 30 de junio puede marcar realmente un parte aguas en el naciente gobierno lopez obradorista. Si no, al tiempo.