La inflación es como el pecado: cada gobierno la denuncia, pero cada gobierno la practica
George Christoph Lichtenberg (1742-1799) Filósofo alemán
En efecto, citando al filósofo de Carácuaro, ¿qué necesidad de hacer cosas estúpidas?
Y es que no se puede calificar de otra manera la decisión que tomaron al alimón los dueños de los equipos del futbol profesional de México y la Secretaría de Salud, de permitir, a partir de este mismo fin de semana, el ingreso de aficionados a los estadios para los partidos de la Primera División.
Cuando ni siquiera hemos llegado a la cima de la pandemia, por tanto el famoso aplanamiento de la curva aún sigue lejano, Salud autoriza el retorno de aficionados a los estadios de futbol.
En ello, claramente, hay dos explicaciones: por una parte, el poderío económico de las empresas del futbol fue una presión demasiado fuerte para la caricatura de Secretaría de Salud que tenemos en este país, y por otra, que la presencia de aficionados en los estadios colaborará para fortalecer la imagen de que México está regresando a la “normalidad”, algo en lo que el presidente López Obrador y su gobierno están empeñados. Menuda estupidez.
Con la cifra de muertos por la pandemia rondando ya los noventa mil –y eso, en los números oficiales, absolutamente maquillados-, y en incontrolable alza, el arribo de aficionados en forma multitudinaria a los estadios representa un reto absurdo, imbécil, al Covid-19.
Se sabe que el dinero que ingresan los clubes por la venta de boletos para sus partidos, representa apenas el 20 por ciento del volumen total de dinero que perciben, dado que la mayor parte proviene de la venta de derechos a la televisión, la publicidad y los patrocinios diversos. Ello echa por tierra el argumento de que la medida es obligada para que los clubes no caigan en quiebra financiera.
En teoría, los clubes deberán aplicar una serie de drásticas medidas sanitarias para sus aficionados, pero no podemos ser ingenuos, en realidad la posibilidad de que la medida no desate un aumento dantesco de casos covid, descansa en la responsabilidad de los propios aficionados que vayan a los estadios. Y está probado que los mexicanos somos todos, menos responsables, y los aficionados no tienen por qué ser diferentes a ese perfil.
Lo único que generará la disposición es un disparo brutal de contagios y, por ende, de muertos. La estupidez sólo produce equivocaciones que suelen ser irreversibles. Mucho me temo que será el caso. Si no, al tiempo.
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