Corrupción es comportarse de una manera inhumana
Allan Bullok (1914-2004) Historiador británico
¿Por qué López Obrador sale en feroz defensa cada vez que un mandatario considerado populista está en problemas? En cambio, parece indiferente cuando el que está en crisis es un político demócrata.
Es evidente que entre populistas, y su casi obligada liga con el autoritarismo, hay identificaciones que dejan atrás ideologías o posiciones en la geometría política. Así por ejemplo, López Obrador lo mismo era escudero de Donald Trump que luego de Evo Morales y de Cristina Fernández y ahora del peruano Pedro Castillo. Y claramente, Trump es la antítesis, ideológicamente hablando, de los sudamericanos y del mismo mexicano.
Pero todos ellos tiene un común denominador: ejemplifican el populismo en su máximo nivel, y eso supera incluso posiciones políticas y sociales.
No extraña, pues, que el presidente mexicano haga de lado el supuesto principio de no intervención en asuntos de otras naciones, cuando se trata de salir en abigarrada defensa de sus «colegas» populistas. La argentina Cristina Fernández y el peruano Castillo, los más recientes ejemplos.
Con el inca, López Obrador de plano no se anduvo por las ramas, y le ha ofrecido asilo político, rompiendo todo tipo de normatividades jurídicas, dado que Castillo está sujeto a proceso penal, lo que hace inviable la sola sugerencia de asilarlo en otro país. El peruano no es ninguna víctima, protagonizó un auto golpe de estado al disolver el Congreso, aunque éste reviró de inmediato y lo destituyó del cargo de presidente. Castillo sacó al populista y autoritario que lleva dentro, y pagó las consecuencias.
Lo que sí queda claro es que solidarios sí son los mandatarios populistas. No importa que alguno de ellos rompa los planos legales, todos salen en su defensa. Y el mexicano siempre encabezando la cruzada. Si ese pundonor pusiera para gobernar, otro gallo cantaría al interior de nuestras fronteras. Y a la pesadilla todavía le quedan 662 días.
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