La peor de las democracias es preferible a la mejor de las dictaduras:
Ruy Barbosa (1849-1923) Político y escritor brasileño
Parte una, porque la elección es la culminación de la venganza personal contra el Poder Judicial de Andrés Manuel López Obrador. Dos, porque participar, sea como funcionario de casilla, candidato o votante, es avalar el aniquilamiento de la división de poderes. Tres, porque el resultado ya se conoce y sólo falta la elección, es decir, es un burdo fraude. Cuatro, porque ya no hay órganos electorales confiables y con credibilidad para organizar y calificar el proceso, y porque el domingo es el ensayo de lo que serán a partir del 2027 las elecciones en México: elecciones de Estado, de un Estado tiránico, por si fuera poco.
Y cinco, porque el domingo se cierra el ciclo democrático y se abre la instauración de la dictadura en el país. Ni más, ni menos.
Guardemos esta advertencia: adiós a las elecciones libres; adiós a la división y al equilibrio de poderes; adiós al país que con sangre y lágrimas se deshizo de la dictadura perfecta, en boca de Vargas Llosa, la de los setenta años del PRI, y que las últimas tres décadas forjó el sueño de una más acabada democracia, y que aunque desesperadamente lento, caminaba en esa ruta, pero que en su momento de mayor desgracia histórica, 2018, decidió dar una oportunidad a un enfermo de poder. El resultado, se conoce.
De todos esos sueños, despidámonos.
Vuelvo a insistir: no insto a nadie a votar o no hacerlo. Respeto a varios, muchos buenos amigos que participan este domingo como candidatos, por ellos ojalá les vaya bien. Pero en momentos cruciales como este, es de cobardes callar, de ahí la argumentación toda esta semana a mi decisión de no votar en la elección dominguera.
Porque, perdón, pero votar el domingo equivale a que al que llevan al cadalso decide ayudar al verdugo sacándole filo a la guillotina. El domingo inicia, ahora sí, la verdadera pesadilla. Al tiempo!
X@jaimelopezmtz