En política, la sensatez consiste en no responder a las preguntas; la habilidad, en no dejar que las hagan
André Suarés (1868-1948) Poeta y crítico francés
El PRD está cumpliendo treinta años, pero también está preparando su acta de defunción.
Nacido, ya se sabe, de una escisión priísta a la que se sumaron añejos y algunos históricos cuadros de la izquierda mexicana, el PRD alcanzó momentos de gloria, cierto, pero en realidad jamás se posición como un auténtico partido, con estructura y visión institucionales.
Paradójicamente, sus dos principales figuras, las que parecieron darle forma y algún rango de solidez, terminaron siendo sus enterradores. En efecto, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador pasarán a la historia como los dos grandes personajes del perredismo, para bien y para mal: sus máximos –de hecho, únicos- líderes, y al mismo tiempo sus sepultureros.
Cárdenas y López Obrador se posesionaron, literalmente se adueñaron del partido por toda una época. Lo manejaron como patrimonio personalísimo y como en ese manejo caciquil lo que más incomoda es la solidez institucional, ésta jamás se acendró en el PRD; de hecho, nunca la tuvo siquiera en pañales.
El único contrapeso que lograron los perredistas en su historia, para contrarrestar en algo el poder absoluto de los reyes Cárdenas y AMLO, fue la creación de las tribus, mini partidos dentro del partido que se comportaron casi siempre con un salvajismo tal, que a la vuelta de los años en realidad sólo contribuyeron a aniquilar los tenues intentos de institucionalización.
Las tribus, o corrientes como eufemísticamente las llamaron los perredistas, sólo generaron una sistematización de la repartición de cuotas y posiciones, que resultó catastrófica y absolutamente contraproducente en términos de democracia y justicia.
La consecuencia fue la obvia: un partido cada vez más debilitado, con uno que otro triunfo relevante, no más. Y luego, como estocada de muerte, el impetuoso vendaval del morenismo con el propio López Obrador a la cabeza, que hoy es el principal interesado en el aniquilamiento total del PRD.
Caso similar el del PRI, el PRD no parece contar siquiera con la expectativa de la renovación. Su única opción, que sin ser garantía de nada pero es menos insensata, sería la desaparición y posterior creación de un nuevo partido, que aproveche el populismo de Morena y se ubique como partido de izquierda de avanzada, con altura de miras, sin liderazgos caciquiles ni tribus, sino con una estructura institucional. Un partido de izquierda que genere aliento, no terror, y que aproveche los yerros sistemáticos y la decepción que es hoy Morena, su 4T y el propio López Obrador. Veremos hasta dónde hay esa visión en lo que queda del PRD.