Hay momento en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios
Abraham Lincoln (1809-1865) Político estadounidense
No es fácil entender qué criterio aplicó el PRI para determinar su fórmula de posibles candidatos al senado. Definió una terna que, con todo respeto, es de auténticos peso mosca o, queriendo ser menos drásticos, si acaso gallo, pero jamás de peso completo, como supone la lógica partidista en tratándose del más alto nivel legislativo, como es la llamada Cámara Alta.
El tricolor decidió que se registraran Antonio Ixtláhuac Orihuela, Xóchitl Ruiz González y Ana Brasilia Espino. El común denominador parece apuntar a Ascención Orihuela Bárcenas. Es decir, sería éste el gran elector en esas precandidaturas.
Así, bote pronto, y a menos que el tricolor prepare una estrategia espectacular venida de Marte, parece que el otrora “partidazo” está entregando la plaza en Michoacán, dado el bajísimo perfil de los tres aspirantes. Cierto, nadie en su sano juicio juega a perder, pero el PRI parece hacer todo lo que está a su alcance para sufrir otro sonoro revés. La diputada Ruiz ha pasado de noche en el Congreso del Estado, lo mismo que Ixtláhuac pero éste en San Lázaro. Y Espino jamás ha sobresalido en ninguna tarea política o de servicio público.
Si en efecto fue Orihuela Bárcenas el que influyó en el palomeo, pues lectura equivocada del senador, sin duda. Como quede conformada la fórmula priísta al Senado, claramente no partirá como favorita, vaya, ni siquiera como contendiente seria. Víctor Tinoco, Víctor Silva, Daniela de los Santos o hasta Adriana Hernández, serían candidatos más sólidos y con mucho más posibilidades de éxito. Con la alineación priísta, la fórmula que definan panistas y perredistas, y hasta la morenista, estarán notoriamente con varios pasos adelante.
Me parece que el tricolor pierde de vista que si bien ganar espacios en el Senado y en la Cámara de Diputados es fundamental, más vital aún es que sus candidatos alleguen el mayor número de votos que sea posible a su aspirante presidencial, bastante necesitado de ellos, por cierto. Y por lo que se ve, el PRI no sólo no aspirará a ganar los espacios en el Senado, sino que sus candidatos poco aportarán a la causa de José Antonio Meade. Es evidente que tanto en Morena como en la alianza PAN-PRD, sí tienen claro que la prioridad es Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya, respectivamente.
Parece cuesta arriba la elección para el tricolor, y con candidaturas tan endebles, más. Si no, al tiempo.
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