Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede convencerlos que hagan justicia:
Bertolt Brecht (1898-1956) Escritor alemán
Caro, muy caro nos sale a los mexicanos que buena parte de nuestros presidentes, para aumentar sus posibilidades de serlo, aparenten vidas matrimoniales “normales”.
Los dos últimos casos son absolutamente ejemplares de ese fenómeno: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
Dejando en claro que a nadie debe importarnos la vida personal ni de los presidentes ni de nadie más, eso no significa que deba soslayarse el impacto económico y la muy probable corrupción que debe gestarse para que ellos, sus esposas o ex esposas, o hijos, se den vida de reyes a manera de “jubilación”.
Para nadie fue un secreto el fondo del matrimonio de Peña Nieto con la actriz Angélica Rivera, lo cual en todo caso sería un asunto personal. El problema es saber cómo ambos, ya separados, viven a todo lujo luego de concluido el mandato.
Y ni qué decir de López Obrador y la doctora “no primera dama” Beatriz Gutiérrez Muller. Lo de manos es si siguen o no casados, a nadie debiera interesarnos. El problema, también, es la falta de claridad para entender cómo con su sueldo de investigadora ella puede alquilar una vivienda en uno de los barrios más caros de Madrid.
Urge que se legisle para que las familias de los presidentes, o presidentas, o mandatarios y servidores públicos de todos los niveles, sean también sujetos de escrutinio financiero. Solo que en los tiempos estelares de la 4T eso parece más que imposible. Si históricamente es un tema vedado, hoy lo es más que nunca.
X@jaimelopezmtz
