Oposición es el arte de prometer aquello que el gobierno no puede asegurar
Harold Nicolson (1886-1968) Político británico
No estoy seguro de que ciudades como París, Roma o Nueva York no requieran promoción para seguir atrayendo el turismo mundial. Hay expertos en la materia que afirman que aún esas, las urbes más visitadas del mundo, requieren estarse promocionando constantemente en los foros, mercados y ferias internacionales, porque la lucha por la atracción de visitantes es brutal en el mundo entero.
Pero demos por sentado que esas ciudades pueden estar exentas de esa promoción. Son una auténtica excepción. El 99 por ciento de los demás polos con potencial turístico sí deben entrar a la encarnizada lucha por atraer visitantes, a riesgo de quedarse absolutamente fuera de esa competencia. Se parte de aquello de que santo que no es visto, no es adorado. Ciudad que no es vista, no es visitada.
El presidente López Obrador ha decidido, ya se sabe, abandonar todo tipo de políticas de promoción turística, primero cerrando las oficinas de Proméxico en el mundo, y luego reduciendo a su mínima expresión el presupuesto para la Secretaría de Turismo, convencido de que México es una isla que debe mantenerse alejada de todo contacto con el mundo, no vaya a ser que nos contagiemos del capitalismo voraz que priva por doquier. Aquí encerrados en nuestro rancho nos mantendremos a salvo, sería la lógica rupestre del presidente.
Lamentablemente el mundo no funciona así. El turismo es una de las tres principales fuentes de ingreso para los países más desarrollados, pero entienden que deben pelear la batalla feroz por la atracción de visitantes. Y si el gobierno federal ha decidido penosamente claudicar en ese sentido, por una visión pueblerina del presidente, los gobiernos estatales y municipales están doblemente obligados a dar la batalla por su cuenta.
Ahí debe inscribirse por ejemplo la visita de Silvano Aureoles a Madrid, para estar presente en la Feria Internacional de Turismo. Siempre ese tipo de viajes serán polémicos, y es normal, no son pocos los casos de verdaderos abusos so pretexto de promocionar ciudades, estados y países. Francamente creo que no es este el caso. Si con todo y su cuestionada imagen de inseguridad, Michoacán no ha caído drásticamente en sus niveles de afluencia turística, el esfuerzo gubernamental y del sector privado debe ir enfocado justo a no abandonar el esfuerzo, sino redoblarlo, máxime ahora que ya no se cuenta con el gobierno federal en esa meta.
Lo peor que podría hacer Aureoles es quedarse cruzado de brazos. No sé qué resultados concretos vaya a tener ese esfuerzo promocional, pero sí sé que no intentarlo condenaría irremediablemente al estado al estado a seguir perdiendo posiciones como atracción turística, fenómeno que tarde o temprano sí repercutirá en el país, por la absurda visión presidencial.
Guste o no, es imprescindible la promoción turística, máxime en estos momentos de crisis financiera. No verlo así es preocupante.
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