La corrupción del alma es más vergonzosa que la del cuerpo
José María Vargas Vila (1860-1933) Escritor colombiano)
¡Pruebas, pruebas!, exigen los fanáticos del presidente López Obrador a la periodista Elena Chávez, autora de El Rey del Cash, el libro más polémico, morbosamente esperado y por miles vendido –y por millones distribuido por whattsapp.
Del tamaño de la reacción en redes es el del impacto del libro, más allá de que éste en realidad no hace sino corroborar lo que ya era del dominio público: la extorsión como mecanismo de financiamiento del hoy presidente.
El libro no tiene valor porque no aporta pruebas, aducen, como mantra, las defensas en redes del presidente. No hay desmentido de nadie, ni del propio López Obrador, solo hay la cantaleta: ¡pruebas!
Uno: Elena Chávez no está realizando una denuncia penal, por tanto no está obligada a probar nada. Dos: en sentido estricto, su testimonio sí constituye legalmente una prueba, si fuera el caso. Tres, ella comparte su experiencia como pareja sentimental de uno de los hombres más cercanos a López Obrador, César Yáñez; es insensato suponer que a él lo iba a grabar en sus conversaciones. Simplemente, hoy transmite los hechos de los que ella se enteró directamente por esa relación, y por el trabajo que desarrolló en algún momento en el gobierno capitalino, justo en los tiempos en que el tabasqueño era jefe de gobierno.
Cuatro: Elena Chávez no realizó un trabajo periodístico, un reportaje por ejemplo, en el que sí hubieran sido necesarias pruebas, además de testimoniales, documentales. Cinco: el valor del testimonio radica en la solidez moral del autor. Y mientras no se pruebe lo contrario, la periodista es digna de todo crédito. El libro, insisto, no es un reportaje, es un testimonio de alguien que habla en primera persona. Es su verdad, misma que tiene peso en la medida que quien la emite no es un charlatán.
Seis: por si no fuera suficiente todo lo anterior, lo más importante: lo que Elena denuncia en El Rey del Cash, todo lo sabemos. Todos hemos sido testigos de algún hecho de extorsión en el camino de López Obrador. Simplemente en Michoacán, durante el gobierno de Leonel Godoy, se institucionalizó el “moche” a todos los servidores públicos del gobierno estatal, que “voluntariamente” debían aportar del 10 al 20 por ciento de su salario al PRD, entonces el partido de Godoy y de López Obrador. Lo mismo sucedió en todos los gobiernos perredistas y ahora en los morenistas. Delfina Gómez es prueba fehaciente de ello, a su paso como alcaldesa de Texcoco. Tanto, que el Trife ya la declaró “delincuente electoral”.
¿En verdad alguien duda que AMLO no sea el Rey del Cash luego de René Bejarano, Carlos Ímaz, Pío, Martinazo, y un larguísima etcétera?
Nadie va a denunciar a Elena Chávez ni a la editorial Grijalbo ni a la prologuista Anabel Hernández, porque simplemente no cae en ningún infundio. Lo sabemos todos. Lo que sí es que es una bofetada más al discurso “honesto” de López Obrador”. Por eso duele, por eso cala y por eso pega en la línea de flotación.
Por lo demás, mi admiración y respeto para Elena, por su valentía. Su vida misma estaría en serio riesgo y ella lo sabe. Pero de que pegó, pegó. Y a la pesadilla todavía le quedan 720 días.
twitter@jaimelopezmtz