Necesitamos líderes que no estén enamorados del dinero, si no de la justicia, que no estén enamorados de la publicidad, si no de la humanidad
Martin Luther King (1929-1968) Pastor bautista
El triunfo priísta en las elecciones de Hidalgo y Coahuila este fin de semana, tan festinado no solo por el tricolor, sino por toda la oposición, bien podría volverse en contra de ésta y de su intención de hacer causa común el próximo año, en la madre de todas las elecciones, si es que no se tiene la capacidad de interpretar adecuadamente lo sucedido en ambos estados.
La primera y, me parece gran lección dominguera es, como dijo Silvano Aureoles, que Morena no es invencible.
Y si bien tiene todo el derecho a festinar, el PRI no puede caer en la soberbia de una lectura equivocada y suponer, como ya deslizó su dirigente estatal, Jesús Hernández Peña, que por ejemplo en las elecciones de Michoacán la alianza con panistas y perredistas no es absolutamente indispensable para el tricolor, y si aquellos no quieren, los priístas “podemos solos”.
La borrachera de la victoria puede convertirse en una resaca peligrosa si la capacidad de análisis se cierra. En ese sentido, no puede perderse de vista que, cierto, ganó el PRI en Hidalgo y en Coahuila, pero más que eso, Morena perdió. Y no es una perogrullada ni un juego de palabras. El resultado del domingo fue producto del desastre que es el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y en una mínima parte de la eficacia priísta.
Luego entonces, el PRI, lo mismo que sus eventuales aliados en el 21, PAN y PRD, deben tener la capacidad para advertir que aun con ese antecedente, jugar a cuenta propia en las elecciones del próximo año sería suicida, sería el mejor escenario que Morena y López Obrador pudieran pedir.
La victoria priísta, pues, no puede cegar a ese partido ni a sus potenciales aliados, los azules y los amarillos, de que, al menos en el caso michoacano, la alianza sigue siendo obligada. Veremos.
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