Todas las madres quieren que sus hijos crezcan y sean presidentes, pero no quieren que mientras tanto se conviertan en políticos
John F. Kennedy (1917-1963) Presidente de Estados Unidos
Mucha tinta se ha utilizado tratando de «analizar» y entender las razones por las que el presidente López Obrador le ha endilgado sendas embestidas a la UNAM, a cual más de virulentas, siendo su propia alma mater. Me parece que el asunto no tiene mucha ciencia y es relativamente fácil de explicar:
Uno, el presidente vomita todo lo que huela a autonomía, porque es un obsesionado de la centralización del poder. Y resulta que la UNAM es autónoma.
Dos, el presidente es la antítesis de la pluralidad; es, en consecuencia, un enamorado de la cerrazón. Y resulta que la UNAM es el prototipo de la pluralidad en el sentido que se le quiera observar.
Tres, el presidente le tiene enfermiza aversión a la ciencia y la cultura, a la investigación y el desarrollo científico. Y resulta que la UNAM es la génesis de la ciencia y la cultura en el país.
Cuatro, al presidente le saca urticaria el debate y la confrontación de ideas y posiciones de todo tipo. Su autoritarismo le lleva a suponer que su voz es mando y no admite discusión. Y resulta que la UNAM es el modelo más acabado del debate de ideas y visiones del mundo.
Cinco, si bien se dice liberal, el presidente es un recalcitrante conservador. Y resulta que la UNAM es el espíritu liberal por definición, aunque no se rechacen visiones opuestas, cual debe ser en la universalidad que representa.
Y si todos esos factores no fueran suficiente, sumemos que el presidente es profundamente rencoroso, y está claro que no le perdona a la UNAM no haberle facilitado las cosas para no tener que tardarse catorce años en concluir una simple licenciatura, y luego, no darle mención honorífica en su examen de grado por una nimiedad: su mísero 7.8 de promedio lo impidió.
Es evidente que López Obrador quisiera que la UNAM fuera un centro de adoctrinamiento de la juventud mexicana, pero de adoctrinamiento en línea con la 4T. Un centro que mantuviera adormecida a la juventud. Y resulta que la UNAM hace justo lo contrario: abre los ojos al mundo.
No es pues tan difícil de entender la animadversión presidencial al puma universitario. Solo que hay malas noticias para el presidente: él se va en tres años, y el rugido felino seguirá, seguro más fuerte que nunca, porque no olvidemos que lo que no mata, fortalece. Sin duda, es el caso. Al tiempo. twitter @jaimelopezmtz