Todo lo que no se renueva o transforma, o se corrompe o es foco de corrupción
Nicolás Salmerón (1838-1908) Político español
Es altamente probable que en el diccionario personal de la ministra Yazmín Esquivel haya sido arrancada la página donde venía la descripción de “ética”, ese término aristotélico que puede entenderse como el conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad. De otra forma, no es explicable que no renuncia a su cargo en la Corte.
Luego del lapidario dictamen de la UNAM, que ratifica lo que era de dominio público con base en el más elemental sentido común, que Esquivel es plagiaria de su tesis, ella debe separase de su cargo. La razón es tan sencilla como contundente: si alguna profesión debe garantizar personal probo, que actúe con la ética por delante, es la del impartidor de justicia.
En cualquier otro país la sola sospecha de corrupción en un juez le lleva a la renuncia, ya ni hablar de si esa sospecha se vuelve realidad, como es el caso. Esquivel no solo ha sido confirmada como plagiaria de una tesis. Peor aún: queda claro que no tuvo miramientos en falsificar una firma para incriminar a otro abogado como el que le había plagiado a ella la tesis. Y por si no fuera poco, acusarlo penalmente ante la Fiscalía capitalina.
¿Con qué cara, con qué calidad moral Esquivel va a seguir despachando, imponiendo “justicia”, dictaminando qué es legal y qué no, qué se apega a la justicia y qué no? Quien plagia y fabrica acusaciones puede ser todo, menos impartidor de justicia.
Pero no renunciará. Este mismo jueves, recibió el arropamiento del presidente López Obrador, que fustigó acremente a la UNAM por la osadía de confirmar el plagio. El punto es que para AMLO un plagio es un tema menor, ni siquiera cabe como delito. Su rasero ético es demasiado pobre: para él, recibir moches no es ilícito siempre que sean para “la causa”. Claro, la “causa” es él.
En realidad, Yazmín Esquivel se ubica a la perfección en el perfil cuatroteísta, donde el fin justifica los medios. Delinquir es válido si es por un fin superior, como apoyar “la transformación”, lo que sea que eso signifique. El último reducto de relativa solvencia moral en el poder público de este país, como es la Corte, quedará noqueado irremediablemente. Si no, al tiempo. Y a la pesadilla ya sólo le quedan 627 días.
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