Existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra, serlo
Sigmund Freud (1856-1939) Médico austriaco
Patética la escena de este miércoles en San Lázaro: diputados de Morena, PT y PES, festinando el desmantelamiento del Fondo de Gastos Catastróficos, para cumplir la instrucción del presidente López Obrador, y darle a éste otros 33 mil millones de pesos para que los use con absoluta discreción.
¿Cómo puede alguien festejar el aniquilamiento de un fondo que, con sus evidentes irregularidades y todo, pero operaba en general con eficacia para dotar de tratamiento y medicinas a personas de escasos recursos cuando enfrentaban una enfermedad de alto costo?
Y lo peor, que la desaparición del fondo es a cambio de nada, porque no hay ninguna acción o medida ya contemplada para sustituirlo. Simplemente es cumplir la ambición depredadora del presidente y enviar al matadero, literalmente al matadero, a miles de mexicanos que dejan de tener, a partir de ahora, la esperanza de que el gobierno salga en su auxilio cuando enfrenten una enfermedad cuyo tratamiento se vuelve inviable por sus costos para el grueso de la población.
Diputados opositores trataron inútilmente de incorporar alguna garantía de que al menos esos 33 mil millones de pesos estarían etiquetados, por ejemplo para la adquisición de vacunas contra el covid, lo que parecía lo mínimamente obligado frente al despropósito criminal de Morena. Pero ni eso. Etiquetarlos sería tanto como dudar de que López Obrador vaya a mal utilizar ese dinero, y esa es una ofensa al monarca que los morenistas no quisieron correr.
López Obrador tendrá así, otros 33 mil millones para manejar a su libre antojo, sin rendir cuentas a nadie, sin dar explicaciones a nadie. A ellos habrá que sumar los 69 mil millones de los fideicomisos que le dieron de regalo apenas la semana pasada también los diputados de Morena, más los 270 mil millones que usó con absoluta opacidad del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios en estos dos años, fondo al cual sólo le quedan 30 mil, de 300 mil millones que tenía.
Está claro que López Obrador no tiene límites en su ambición de concentración del poder presupuestario, pero más lamentable aún, que la Cámara de Diputados esté convertida en su oficina de partes que le da el toque “legal” a esa dictatorial forma de gobernar. Patético miércoles…otro más en San Lázaro.
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