La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer; la democracia se presenta desnuda porque ha de convencer
Antonio Gala (1930-?) Dramaturgo español
Pillado en mentira tras mentira, en torpeza tras torpeza, en desliz tras desliz, Andrés Manuel López Obrador no parece, empero, dar visos de tener la decisión de rectificar en ninguno de ellos, y vaya que para ser apenas 75 días de gobierno, claramente ya rompió todos los antecedentes habidos y por haber.
Más aún: el presidente puede ser evidenciado y descubierto con las manos en la masa, pero es claro que jamás reculará, que jamás dará su brazo a torcer y que jamás reconocerá un error, por ende, nunca enmendará, porque siempre tendrá el recurso fácil de la victimización, fácil, pero además infalible, que es lo más importante para él.
En esa lógica, que hoy parece absolutamente irrefutable, aún para su feligresía, el desabasto de gasolina terminará cuando él, y sólo él, lo decida. Punto. En esto no caben condiciones de mercado, supuesto combate al robo de combustible, irritación social, repentina concientización del problema en la población, críticas; nada, así como decidió el desabasto porque es lo que le conviene al pueblo, sólo él sabe cuándo debe llegar a su fin.
Gradual, pero firmemente, López Obrador se está convirtiendo en el dictador que muchos auguraban, y como buen dictador no acepta yerros, porque un buen dictador está invariablemente tocado por un halo de divinidad, y esto lo pone varios pasos por delante del común de los mortales.
Pero incluso entre los dictadores hay niveles, y los ha habido altamente preparados y algunos incluso implementando medidas y programas sensatos, que propician el bienestar colectivo. Eso no les quita lo perniciosos, en tanto dictadores. Pero el caso mexicano no es ese, sin duda, porque se está perfilando una dictadura pero con una cabeza y la mayor parte de sus colaboradores, del más ínfimo nivel intelectual, profesional y ético. Ciertamente, ese perfil va en tónica con el común de los mexicanos, lo que nos hace atados de manos para cerrar el paso a los infames gobiernos que hemos tenido históricamente, y que hoy, con López Obrador, llegan a su clímax.
La gran interrogante es, ¿y qué sigue? No estoy seguro del orden, pero la desaparición de los poderes legislativo y judicial, así como de organismos autónomos como el INE o el INAI, y la derogación de la libertad de expresión, se perciben ya, se alcanzan a observar en lontananza. Si no, al tiempo.
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