La democracia es el peor de los regímenes, excluidos todos los demás
Winston Churchill (1874-1965) Primer ministro británico
Aunque seguramente va a tratar de enviar una señal de indiferencia, me parece que el presidente López Obrador ahora sí ha sido arrinconado. Si nada le quita el sueño, ni la pandemia ni la criminalidad, menos la inflación y la crisis económica, creo que ahora sí ha surgido un tema que puede evitar dormir bien.
Me refiero a la nueva embestida del gobierno de Estados Unidos en contra del Cártel de Sinaloa, que este miércoles hizo circular profusamente una recompensa de ¡cien millones de pesos! (cinco millones de dólares) para quien dé informes que lleven a la captura de los hijos del líder de esa agrupación delincuencial, Joaquín “El Chapo” Guzmán: Ovidio, Iván Archibaldo, Jesús Alfredo y Joaquín.
Es lo último que hubiera deseado el presidente mexicano, porque ya se conoce su política de no confrontar, ni siquiera buscar a los grandes capos, tanto, que en febrero del 2019, cuando ya había sido capturado Ovidio por fuerzas militares en Culiacán, el propio López Obrador ordenó su liberación, bajo el pretexto que de no hacerlo se produciría un baño de sangre inocente. Desde luego nadie aceptó esa explicación como válida, pero fue la oficial, reconocida por el presidente meses después.
Y a partir de ahí, como es fácil presumir, el cártel y los hijos de Guzmán se empoderaron aún más, sabedores que el gobierno no tiene los arrestos para ir por ellos. Pero lo que ni la agrupación sinaloense ni el presidente contaban, es que el gobierno norteamericano diera, él sí, un manotazo en la mesa, y decidiera echar su resto para tratar de capturar a la prole de Guzmán, ofreciendo una de las recompensas más grandes en la historia de ese país, lo que evidencia la importancia que le da al caso.
Por provenir del gobierno de Estados Unidos, el único que pone a temblar al presidente mexicano, para éste es un problema mayúsculo, porque difícilmente podrá seguir siendo indiferente ante el cártel sinaloense, o si lo hace, entonces su problema será cómo justificarse ante Joe Biden.
En menudo lío, pues, se encuentra López Obrador, porque tan grave es seguir volteando la mirada a otro lado, como actuar decididamente en cualquier sentido. Está claro que la pandemia nunca le quitó el sueño, el desempleo menos, la inflación jamás, la misma criminalidad siempre le ha sido indiferente, pero esta postura norteamericana es de otra dimensión. Ahora ha quedado atrapado a dos fuegos. ¿Cómo lo resolverá? No tengo idea. Bien puede ser esta su auténtica gran prueba de fuego. Veremos.
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