Donde hay poca justicia, es un peligro tener la razón:
Francisco de Quevedo (1580-1645) Político y escritor español
El golpe que la ministra Norma Piña dio con el mazo a su escritorio, no solo significó la conclusión de la sesión de este martes del pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino la última palada de tierra al ataúd en cuyo interior iba la justicia y, con ella, la división de poderes.
Fue la última sesión del pleno de la Corte. De una Corte autónoma e independiente, la que fraguó Ernesto Zedillo en 1997, y que con todo y serias lagunas, deficiencias e irregularidades, sin duda una que iba en el camino correcto para consolidar un auténtico régimen de división de poderes en México, con el Judicial como el verdadero valladar a los históricos y sistemáticos abusos de los otros dos, el Ejecutivo y el Legislativo.
Pocos parecen advertir el verdadero fondo de lo sucedido este martes: esa última sesión marcó el parteaguas para la instauración de la dictadura, porque un país donde el gobierno no tiene contrapesos, solo recibe un nombre: dictadura.
Y ésta es la que se abrió el paso este martes cuando la ministra Piña decretó el fin de la última sesión. Cierto, en septiembre se instalará otro pleno de ministros, pero éstos serán “los ministros de la 4T”, dependientes por entero del gobierno y su partido. Será el “nuevo” poder judicial, así, ya sin mayúsculas.
No parece, insisto, que dimensionemos lo sucedido este martes. Iremos abriendo los ojos cuando comencemos a ver la toma de decisiones de los nuevos “juzgadores”. Ahí iremos cobrando conciencia de la estupidez que cometimos al poner fin a la división de poderes. Solo que cuando eso suceda, habrá sido demasiado tarde. La noche estará encima, y será una noche eterna. Al tiempo. X@jaimelopezmtz