A la más perfecta de las dictaduras, preferiré siempre una imperfecta democracia
Sandro Pertini (1896-1990) Presidente de Italia
Es altamente probable que el presidente López Obrador esté en la ruta de dejar morir de inanición a su partido, Morena, y que cumpla el amago aquel de que si éste se corrompía, él se iba.
Una señal que puede ser contundente para apuntar a ello, es la aparente indiferencia presidencial hacia el proceso de renovación de la dirigencia de Morena, mismo que se perfila rumbo al precipicio justo por la falta de liderazgo, de conducción apropiada y de serios visos de corrupción, advertidos por la mismísima Yeidckol Polevnsky, aún dirigente formal pero a la vez contendiente para la renovación:
Denuncia que el Sistema de Registro Nacional de Afiliados de su partido está “cien por ciento manoseado”, por lo que se vuelve imposible seguir esa vía para elegir dirigente. En función de ello, está exigiendo el método de la encuesta. Polevnsky no se toca el corazón en denunciar a Gabriel García, ex secretario de Organización del partido y hoy hombre clave y consentido de López Obrador, como jefe de los súper delegados en todo el país: el listado que éste entregó fue un engaño, dado que consistió en dos computadoras vacías y dos cajas con 300 mil registros de filiación…cuando se cerró iba en 1.8 millones y ahora resulta que son más de 3 millones de afiliados, denuncia.
El carácter autoritario de López Obrador hace impensable que el desaseo y la cena de negros en que se ha convertido el proceso de renovación de Morena, sea porque él ha decidido, por respeto y con talante democrático, abstenerse de dar línea. Cierto, el presidente no parece haber metido las manos en la renovación de la dirigencia morenista, pero no por demócrata, sino porque intencionalmente está dejando que el partido se hunda en el fango de la corrupción y se haga el hara kiri.
Y si así lo ha decidido, es porque López Obrador estaría entonces decidido a darle los santos óleos a Morena. En todo caso será consecuente con su advertencia y dado que cayó en corrupción –pasar sospechosamente de la noche a la mañana de 1.8 a 3 millones de supuestos militantes-, entonces a él no le quedará más remedio que abandonarle a su suerte.
Morena en realidad fue un bodrio que se sacó de la manga el tabasqueño, porque requería un partido para jugar por tercera ocasión en las elecciones presidenciales. Sólo que ahora Morena ya le es un estorbo, ya no lo requiere, más aún, le estorba. Por eso lo dejará morir solo, aunque nadie le podrá reprochar si él advirtió que no toleraría la corrupción y ésta se dio.
Y dado que López Obrador no considera a su gobierno uno más, ni siquiera de alternancia, sino la formalidad requerida para un cambio de régimen, y que tampoco cree en el sistema de partidos, pretenderá, una vez sepultado Morena, que la cuarta transformación, su cuarta transformación, sea el modelo que aglutine todas las expectativas de “cambio” del pueblo bueno y sabio, aplastar lo que vaya quedando de los actuales partidos y posicione a la 4T como el PRI de los setenta años en el poder, sin contrapesos, sin oposición real, solo de membrete. Así, Morena habrá cumplido su rol de papel desechable para dar paso a la “incorruptible” 4T. Si no, al tiempo.
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