Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo
Abraham Lincoln (1809-1865) Presidente de Estados Unidos
Se equivocan quienes suponen que la multitudinaria congregación de ciudadanos opositores al presiente López Obrador en el zócalo capitalino, hará que éste cumpla su ofrecimiento de renunciar.
Apenas a mediados de la semana anterior, López Obrador había lanzado el reto de renunciar si sus opositores llegaban a congregarse en un número de al menos cien mil, y/o bajaba en los índices de aceptación ciudadana, aunque en este caso no especificó el nivel.
Pero sólo quienes no conozcan medianamente al tabasqueño, pudieron tomarse con seriedad ese reto. En realidad, fue una más de sus trastadas: jamás cumpliría y ello es fácil de explicar.
Primero, aunque claramente el sábado se reunieron muchas más de las cien mil personas, López Obrador tiene una salida fácil: la congregación no vale porque muchos fueron acarreados, es decir, no fue genuina, estuvo amañada.
Y segundo, si llega a caer, como ya ha sucedido sistemáticamente, en las encuestas, el presiente simplemente tendrá la coartada de que éstas están “cuchareadas”, es decir, también amañadas, porque él tiene sus propios estudios que indican que su nivel de aceptación sigue inalterable.
Pero al margen de ello, lo que sí es claro es que López Obrador debe estar preocupado no porque ahora tenga que renunciar, toda vez que, como se explicó, eso jamás pasó por su cabeza y él tiene su propia excusa para no cumplir, sino porque comienza a materializarse el fantasma de la exigencia de una renuncia que no tiene otra explicación más que su ineficacia, soberbia e incapacidad para entender a México.
Pocos han llenado el zócalo capitalino, él entre esos pocos. No es asunto menor, él lo sabe, sobre todo cuando de autenticidad hablamos. Sin duda, es el caso del sábado anterior. Por el bien de México, es de esperarse que sepa leer esa jornada.
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