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sábado, julio 12, 2025

SEGURIDAD, PLATO DE SEGUNDA MESA

La política es el arte de vender simultáneamente el gozo de la estabilidad y la paranoia ante el caos

Carlos Monsiváis en “Los rituales del caos”

 

jaimelopezPara el presidente López Obrador, quedó ratificado este lunes por si alguna duda quedaba, la inseguridad, la violencia y la criminalidad no solo no son una preocupación y por tanto una prioridad de su gobierno, si no que ni siquiera existen.

En efecto, el problema número uno del país, del que somos víctimas todos, pobres y ricos, corruptos y honrados, mujeres y hombres, niños y adultos, trabajadores y zánganos cacha becas, fifís y chairos, es olímpica y peligrosamente soslayado por López Obrador en su mensaje de este lunes en el Zócalo capitalino, a propósito de cumplirse un año de su triunfo electoral.

Cierto, en ese sentido también fue congruente el tabasqueño: si en los siete meses que lleva ejerciendo el poder, los términos inseguridad, criminalidad, violencia, narcotráfico y demás afines, no existen en su vocabulario, difícil sería pensar que “su fiesta” de aniversario la iba a echar a perder trayéndolos a la palestra.

Pero se alentaba la esperanza de que justo esta fiesta fuera el parte aguas para un giro radical en la forma de gobernar de López Obrador, antes que otra cosa, abordando con sentido auto crítico los problemas y los yerros de su gobierno. Nada de eso, aquello fue auténticamente una fiesta y como tal el festejado se comportó a la altura: cuentas alegres, cuentos del país de las maravillas, el mundo color de rosa.

No es ocioso poner sobre la mesa la aversión presidencial a los temas vinculados con la criminalidad, más allá de que el festejado los volviera a soslayar.

La pregunta es por qué lo hace. Me parece que todo se reduce a una explicación tan concreta como alarmante: el presidente es un convencido, un genuino y sincero creyente de que su liderazgo moral ante el pueblo es de tal magnitud y solidez que es suficiente para hacer que los delincuentes, como parte de ese pueblo, se arrepientan de su actividad y vuelvan al camino del bien. En esa lógica entonces, todo es cosa de que su mensaje de redención no sea torpedeado por los “corruptos” que añoran el pasado, que llegue inmaculado a los criminales, para que éstos se incorporen a la república amorosa que pregona él.

Así, si López Obrador no tiene una estrategia contra la criminalidad, como no la tiene, más que por incapacidad es porque realmente no la considera necesaria. La mejor prueba de ello fue su célebre advertencia de que no iría tras los criminales, que esa no era una prioridad en su gobierno, porque lo que había que ver es de ahora en adelante, y como lo que de ahora en adelante espera él que prevalezca en México es su “abrazos, no balazos”, todo por su voluntad, pues entonces está por demás cualquier acción gubernamental contra la criminalidad. ¿Para qué un operativo de seguridad para ir tras un capo, si con un llamado suyo éste seguro se arrepentirá y dejará de delinquir? No es casualidad entonces que el de López Obrador sea el único gobierno que a siete meses ya de iniciado, no tenga en la cárcel a ningún líder delincuencial.

Lo fácil que puede resultar poner sobre la mesa esa tesis lopez obradorista sobre la inseguridad, contrasta dramáticamente con sus resultados: las alarmas no dejan de sonar, al constatar que tenemos un presidente que supone que la desatada criminalidad se va a solucionar con un llamado suyo a la concordia y la paz. Demencial.

twitter@jaimelopezmtz jaimelopezmartinez@hotmail.com

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