La educación es el arte de hacer visibles las cosas invisibles:
Jean-Francois Lyotard (1924-1998) Filósofo francés
Este miércoles Claudia Sheinbaum cumple un año como presidenta de México. Mucho se habla de su intento por asentar su propia visión de gobierno. Quizá así sea, pero en todo caso se ha topado con pared, porque la sombra de López Obrador parece demasiado fuerte. Su supuesto adiós a los abrazos y no balazos a los delincuentes, tiene más sello yanqui que suyo. Fuera de ahí, no se ve otro aspecto en el que puedan destacarse cambios y avances notorios en México durante el último año.
En cambio, está claro que Sheinbaum no quiso pasar a la historia como la estadista que frenó la demolición del país que emprendió López Obrador, pero que no concluyó.
Sheinbaum pudo haber detenido la dictatorial reforma al Poder Judicial. Lejos de ello, se aseguró de materializarla. Hoy tiene más poder que ningún antecesor en la Presidencia, incluido el tabasqueño. Ella domina los tres poderes a placer.
También, pudo frenar la reforma electoral ordenada por AMLO, y no lo ha hecho, ni hay indicios de que lo vaya a hacer. Al contrario, parece nadar a sus anchas con el sometimiento de los organismos electorales y con el abatimiento de la democracia, porque la idea del partido único es también suya.
En sus manos estuvo poner un alto al aniquilamiento de los organismos autónomos. Nada hizo porque ella comparte con López Obrador la visión dictatorial de que el gobierno no debe rendir cuentas a nadie.
Sheinbaum pudo haber devuelto a las fuerzas armadas a su normalidad institucional, regresándolas a su función original, sacándolas de la construcción de obra pública, del manejo de aeropuertos, aduanas y puertos, que además de ineficacia solo han propiciado una corrupción sin límites en la elite castrense. Tanta, que hoy se niega a que se le retire de esas “funciones”.
Pudo haber solucionado el criminal desabasto de medicinas que generó AMLO. Lejos de eso, lo acentuó. Y sin duda pudo haber parado en seco la corrupción y la vinculación morenista con el crimen organizado, metiendo a la cárcel, cuando menos, al “barredor” Adán Augusto López, a Rubén Rocha Moya, a Rafael Ojeda, el ex secretario de Marina por el escándalo del huachicol fiscal, y a Ignacio Ovalle, por el desfalco a Segalmex. Nada ha ocurrido ni ocurrirá.
En el fondo, esa actitud de Sheinbaum refleja que es un clon de López Obrador: el gen del autoritarismo y de la corrupción caracteriza a ambos. En un año, la presidenta sólo ha tenido arrestos para matizar ciertas medidas de su antecesor. Para nada más le ha alcanzado. Y lo peor, que no se le ve el compromiso por revertir la destrucción del país iniciada por su tutor. La dictadora sigue conformándose. Así, imposible no hablar de un rotundo fracaso en su año inicial.
X@jaimelopezmtz