La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa
Marco Aurelio Almazán (1922-1991) Escritor mexicano
En medio de la crisis sanitaria, no puede perderse de vista la gravedad y lo peligroso que resulta la absurda, por llamarla de una manera publicable, decisión gubernamental de impedir la terminación y puesta en funcionamiento de una empresa cervecera en la ciudad de Mexicali, decisión tomada bajo el pretexto de la figura demagógica de la consulta popular, esa que cuando le conviene tanto hace uso el presidente López Obrador, y cuando no, simplemente la envía al bote de la basura.
Más de novecientos millones de dólares tendrá que resarcir el gobierno a la empresa, porque ya están invertidos, a manera de obligada indemnización, y dejarán de crearse más de quinientos empleos directos y miles de indirectos en aquella zona del país.
Todo, porque a López Obrador se le ocurrió que los habitantes de la ciudad baja californiana decidieron en consulta si quieren que la empresa se termine o no de construir. Valga recordar que ya presenta un setenta por ciento de avance. Fueron a votar apenas el cuatro por ciento de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral, y de ese rango, poco más del tres por ciento, unos mil doscientos ciudadanos, votaron por el no. Es decir, en una ciudad de más de setecientos mil habitantes, mil doscientos decidan el futuro de una inversión de más de mil millones de dólares que crearía quinientos empleos, y que además garantizaba un nulo impacto ambiental y había cubierto todos los trámites habidos y por haber.
Sólo en una sociedad de iletrados o de imbéciles, puede concebirse tan demencial mecanismo de toma de decisiones. La estupidez cobra doble relevancia al presentarse justo en el momento en que la contingencia de salud por la pandemia del Covid-19 está comenzando a generar una crisis económica de magnitudes insospechadas, y agravada en el caso de México, que arrastra un déficit económico desde el año anterior.
Es decir, cuando más se necesita la creación empleos, México los aleja con decisiones absurdas. Todo, por mantener la populista idea de que el pueblo bueno y sabio debe decidir todo. Eso sí, López Obrador se cuida de preguntarle a ese pueblo sólo en lo que quiere escudarse para aplicar decisiones que de todos modos ya ha tomado. A falta de valor para asumirlas él directamente, saca el paraguas y se protege en que son decisiones del pueblo.
Es el mundo al revés. Bueno, es la 4T. He ahí la explicación.
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