Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad
Miguel Delibes (1920-2010) Escritor español l
El secretario de Comunicaciones y Obras Públicas dio a conocer la semana anterior que el Gobierno del Estado ha dispuesto doce millones de pesos para dar continuidad a la construcción del Teatro Matamoros.
Se trata, ya se sabe, de una obra que es un monumento pero a la corrupción, la opacidad y la impunidad; corrupción porque se ha gastado el triple de lo autorizado originalmente, opacidad porque ni siquiera la Auditoría Superior de Michoacán pudo nunca realizar trabajos para constatar cómo se han utilizado los recursos públicos, e impunidad porque la infinidad de irregularidades financieras y legales que desde su inicio han caracterizado la construcción del inmueble, jamás han redundado en sanciones de ninguna naturaleza.
Pero todo ello tiene una explicación: la obra fue encomendada -puede decirse “regalada” y sería más propio- a alguien de nombre Cuauhtémoc y de apellidos Cárdenas y Batel; evidentemente no se requieren más datos para entender porqué la corrupción, porqué la opacidad y porqué la impunidad.
Hoy, la gran polémica estriba en dilucidar si el Gobierno del Estado debe o no seguir inyectando dinero a un elefante blanco como el Teatro Matamoros; hasta ahora, se le han aplicado más de 300 millones de pesos, y presenta un avance apenas de poco más de la mitad y el problema es que para terminarlo y equiparlo se requieren casi cien millones más.
A la luz de la inutilidad que sin duda tendrá el teatro cuando llegara a concluirse -no debe soslayarse que se trató de un capricho de Leonel Godoy, sin soporte ni justificación alguna-, y a la luz también de la peor crisis financiera en la historia gubernamental de Michoacán, es obligado legal y, sobre todo, éticamente, cuestionar si se justifica seguir invirtiendo dinero público.
Claramente, la respuesta es no. Por donde se le vea, no es razonable esperar encontrar argumentos que justifiquen más presupuesto a esa obra; lo más sensato, me parece, es que el Gobierno se deshiciera del inmueble, que busque venderlo a la iniciativa privada y recuperar lo más que pueda del dinero ahí desperdiciado, aunque hay que estar claros que jamás recuperará ni siquiera la mitad, porque hay que considerar que buena parte del presupuesto manejado fue a parar a los bolsillos de quienes estuvieron al frente del fideicomiso.
Por eso, lo menos irracional es ya no invertirle dinero a la obra, vender el inmueble al mejor precio posible, incluso como terreno únicamente, y cerrar el triste episodio del Teatro Matamoros; triste, y corrupto episodio.
Ah, y si no fuera mucho pedir, realizarle antes una auditoría y sancionar las burdas irregularidades que desde un inicio registró su construcción, aunque el principal responsable presente nombre y apellido que en Michoacán siempre han sido sinónimo de impunidad. ¿Es mucho pedir? jaimelopezmartinez@hotmail.com twitter@jaimelopezmtz>