Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales, se acerca a la muerte espiritual
Martin Luthe King (1929-1968) Pastor bautista
El presidente López Obrador llega este miércoles justo a la mitad de su gobierno, con números que evidencian un absoluto fracaso casi en el rubro del quehacer gubernamental que se quiera medir, pero paradójicamente en la cúspide de popularidad y aceptación de los gobernados.
La balanza no tiene nada que la incline, toda ella es números rojos: la inseguridad en niveles jamás vistos; récord en números de ejecuciones y homicidios dolosos; los cárteles adueñados del país; una militarización peligrosísima que pone en riesgo la gobernabilidad civil; el segundo peor país en manejo de la pandemia, con 300 mil muertos oficialmente reconocidos, y 500 mil de acuerdo con el Inegi; capitales financieros huyendo del país, una inflación que se acerca a los dos dígitos como hace veinte años no se veía, y el cierre de cientos de miles de pequeños y medianos negocios por falta de estímulos gubernamentales en la pandemia.
Además, la opacidad gubernamental en niveles sin precedentes, dado que el 80 por ciento de las compras y servicios del gobierno son por adjudicación directa; una criminal falta de medicinas como nunca se había padecido; un gobierno tan o más corrupto como cualquier priísta; un presidente enfermo por concentrar el poder; un desmantelamiento de fideicomisos cuyo dinero nadie sabe a dónde fue a parar, y un afán presidencial por destruir todo lo que huela a autonomía, ciencia y rendición de cuentas, son, entre muchos rubros más, los resultados evidentes que deben ponerse de un lado de la balanza.
Del otro lado, la pensión a adultos mayores y se acabó. No más.
Y en contraste, el presidente López Obrador no solo mantiene, sino que ha incrementado sus niveles de aceptación popular: 68 por ciento de los mexicanos avala su trabajo. Tratar de analizar y entender esa paradoja puede llevar miles de páginas u horas de disertación. Creo que todo se reduce a algo simple: el presidente es el campeón de la demagogia y del manejo de masas ignorantes, a las que no les importa si el quehacer gubernamental es paupérrimo, porque con una torta y un refresco, la analogía de una beca o pensión, se dan por satisfechas.
López Obrador conoce a la perfección la realidad del mexicano y la explota con maestría. En cualquier otra parte del mundo tendría nula aceptación al cabo de tres años y con esos nulos resultados. Solo que gobierna México y, en su lógica, lo hace a la perfección. Visto así, ¿cómo por qué tendría que cambiar? ¡A festejar todos este miércoles al zócalo capitalino! Cubre bocas, opcional.
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