El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad
Alberto Einstein (1879-1955) Científico alemán, nacionalizado estadounidense
No debe ser fácil identificar cuál es un nivel de mesura y equilibrio a la hora de fijar tarifas en el servicio público, más cuando se trata del transporte, pero me parece que, ahora sí, la autoridad gubernamental en esa materia lo hizo con justeza y justicia.
La tarifa de combis y camiones del transporte urbano y suburbano costó hasta este martes 8 pesos por pasajero. Los concesionarios del servicio venían demandando un aumento de dos pesos, para que se fijara la tarifa en diez. Finalmente, la Comisión Coordinadora del Transporte la determinó en nueve.
Los argumentos de los transportistas eran válidos: la gasolina y el diesel han venido incrementándose lenta pero sistemáticamente en los últimos meses, lo mismo que los diferentes insumos necesarios para operar. Eso es indiscutible, todos lo vivimos, todos lo sufrimos.
Pero aumentar en dos pesos la tarifa, hubiera significado un ajuste del 25 por ciento, que tampoco se corresponde con la realidad inflacionaria del país en los dos últimos años. Un peso más, significa 12.5 por ciento, más sensato y justo.
Porque si bien es real el incremento en los costos de insumos, también lo es que la primera obligación del gobierno es no darle más porrazos a la ya de por sí frágil y vapuleada economía de los michoacanos, particularmente de quienes tienen la necesidad de hacer uso del transporte público.
En ocasiones anteriores, el gobierno, vía la Cocotra, no había podido resistir las presiones de las uniones de concesionarios del transporte, y había autorizado aumentos en niveles que sólo a ellos convenía, sin poner por delante el interés del usuario.
Habrá que reconocer que en esta ocasión la autoridad se fue por una decisión digamos salomónica, lo más equilibrada posible. Es de esperarse que no se trate sólo de una medida de corto tiempo, sino que tenga efectos a largo plazo. Veremos.