Triste época la nuestra, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio:
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán
Lo sucedido este miércoles en la Cámara de Senadores sólo pinta de cuerpo entero a la clase política de nuestros tiempos: unos barbajanes.
Solo que también entre ellos hay niveles, y el priísta Alejandro Moreno resultó mucho más troglodita de barrio que el cuatroteísta Gerardo Fernández Noroña, quien tuvo que abandonar el ring casi corriendo para no ser víctima de la ira de su oponente.
El espectáculo fue denigrante, sí, bochornoso y de vergüenza ajena. Pero de ahí a que la 4T busque aprovechar la tunda que le dio Alito a Noroña, para hacerle juicio político, desaforarlo y mandarlo hasta la prisión, sin descartar incluso fusilarlo, hay una enorme diferencia.
Noroña se ha comportado siempre como un patán, provocando a quien se encuentra a su paso, sin importar si son mujeres o ancianos. Siempre ha tenido fama de bravucón, porque para su buena fortuna nadie le salió al paso, sino hasta ahora, en que frente al priísta se vio acobardado y huidizo.
Noroña debe enviar una señal de hombría: aceptar que el incidente, por vergonzoso que sea, no puede escalar a más. Perdió un episodio si aquello fuese boxeo, pero en política, como en la vida y como en el deporte, hay que saber perder. Ya tendrá oportunidad de cobrar revancha, pero con inteligencia, no con la calentura propia del perdedor exhibido. Tiene los votos para desaforar a Alito, sin duda, pero eso victimizaría a éste y etiquetaría al petista como un mal perdedor, como alguien que solo adquiere valor al cobijo de sus allegados.
De pena ajena este miércoles en el Senado, pero es de esperarse que todo mundo recobre la mesura. Veremos. X@jaimelopezmtz