spot_img
16.5 C
Morelia
miércoles, julio 23, 2025

UNO MÁS

La democracia se basa en la convicción de que existen posibilidades extraordinarias en el pueblo medio

Harry E. Fosdick (1878-1969) Pastor cristiano

 

jaimelopezCésar Arturo Valencia, alcalde de Aguililla, fue ejecutado la tarde de este jueves. Un nuevo atentado contra un presidente municipal michoacano, que viene a reiterar, por si aún hiciera falta, el grado de absoluto descontrol de la criminalidad en la entidad, como en el país entero, sin que haya a la vista ningún tipo de medidas del estado mexicano para contener el resquebrajamiento completo de la gobernabilidad y la institucionalidad.

 

Hasta hace no mucho, la primera reacción de los gobiernos estatales o federal cuando se atentaba contra un alcalde, era sembrar la duda respecto de la honorabilidad de la víctima, con el clásico: de seguro andaba metido en temas delincuenciales. Fundada o no, la versión siempre ha servido más que para esclarecer ese tipo de crímenes, para que las autoridades policiacas y de justicia se laven las manos para justificar su inacción.

Es claro que muchos alcaldes mexicanos, en efecto, están involucrados con grupos delincuenciales, pero aún en este rango hay quienes lo están voluntariamente y quienes de manera forzada. Pero además, están los que se niegan a ceder a las presiones y amenazas de los cárteles, los que muestran dignidad a costa de su propia vida.

A tal grado está fuera de control el fenómeno, que en el caso de Michoacán, se estima, de acuerdo con evaluaciones gubernamentales, que entre setenta y ochenta alcaldes tienen algún vínculo con la criminalidad, forzada o voluntaria, más otro número importante que resiste la presión.

Lo realmente alarmante es que el mismo riesgo corren los tres tipos de alcaldes: los que sí forman parte directa de los grupos delincuenciales, los que forzadamente se ven obligados a “trabajar” con ellos, y los que muestran dignidad y se niegan a ceder a sus presiones y amenazas. Todos por igual están con la soga al cuello. Ya no se trata de portarse “bien” y con decoro, porque también los que así actúan están en el riesgo de sufrir un atentado justo por no doblarse, y ni se diga los que sí están vinculados a los cárteles.

Así de dramático el escenario para los alcaldes no solo michoacanos, sino de buena parte del país. Es deseable una investigación profunda respecto del asesinato del alcalde de Aguililla, sea cual sea la condición en que haya tenido lugar. En el fondo, lo que subyace es el peligro colosal que significa ser presidente municipal en México en los tiempos que corren. Tanto, que no se entiende bien a bien por qué el interés de quienes cada trienio aspiran a alguna alcaldía. Vergonzoso, pero para encabezar un municipio hoy en México, pareciera que lo primero que se requiere es tener un desapego a la vida o una especie de tendencia suicida o de afición a jugar a la ruleta rusa. Dramático.

twitter@jaimelopezmtz

Noticias Recientes
spot_img
Noticias Relacionadas