Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible: es una manera de vivir con bastante facilidad
Miguel Delibes (1920-2010) Novelista español
Contrario a lo que sucede en la mayor parte de las democracias en el mundo, y a contracorriente también del precepto constitucional, los legisladores mexicanos históricamente no han representado a sus demarcaciones que les eligen, sino al partido o al gobernante que les lidera.
En la 4T, esa insana práctica no sólo no ha quedado desterrada, sino que se ha radicalizado y ha llegado a niveles auténticamente obscenos: la aprobación del presupuesto de egresos federal ha constituido un monumento al servilismo por parte de los diputados de Morena hacia Andrés Manuel López Obrador, al que aquellos no ven como presidente, ni siquiera líder, sino como una divinidad.
Y en tanto divinidad, es infalible. Solo así se explica el terror que les genera el tabasqueño a los diputados morenistas, que no tuvieron los arrestos, ya ni hablar de la dignidad, para quitarle una coma a un vergonzoso presupuesto diseñado en Palacio Nacional.
Sólo un botón de muestra: para el 2021, año en el que todos los gobiernos se aprestan a garantizar la compra de vacunas contra el covid, el presupuesto federal mexicano no contempla partidas etiquetadas para esa, que debiera ser la gran prioridad gubernamental. En cambio, las que sí lo son para López Obrador, los elefantes blancos llamados Tren Maya, aeropuerto de Santa Lucía y refinería de Dos Bocas, tienen garantizado el recurso de 102 mil millones de pesos que desde Palacio se contempló.
Cierto, analizando perfiles de la clase de diputados que hay en San Lázaro, comenzando por la caterva de inútiles y serviles que “representan” a Michoacán, tampoco es que alguien pueda llamarse a sorpresa, pero como sea siempre queda la esperanza de que a la hora de la toma de decisiones fundamentales para el país, de algún recóndito lugar sacarán algo de dignidad los legisladores, y obrarán en consecuencia. El problema es que invariablemente las expectativas no se cumplen. Así ha sido en los tiempos de partido único, de presidencialismo autoritario, por décadas con el PRI y ahora con López Obrador y su 4T.
Queda claro que los morenistas, como en su tiempo los priístas, no representan a un distrito o a un estado; no representan los intereses ni siquiera de su partido, sino del monarca de Palacio. El presupuesto está íntegramente diseñado para garantizarle a López Obrador el manejo discrecional del recurso en el año clave de su administración, el de las elecciones, para que sus caprichos de obra pública y programas clientelares caminen sin contratiempos, y a cambio no tiene la menor orientación hacia las auténticas prioridades nacionales: la pandemia, la recesión económica y la criminalidad. Y aprobarlo tal cual constituyó una absoluta bofetada a los mexicanos. Es evidente que para los diputados, la vergüenza y la dignidad son términos ajenos a su diccionario particular.
Pero pues sí, es lo que hay.
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