El primer acto de corrupción de un funcionario público, es aceptar un cargo para el cual no tiene las competencias necesarias
Anónimo
El presidente López Obrador está empeñado en que en marzo, sí o sí, llueve, truene o relampaguee, tenga lugar la consulta relacionada con la revocación de su mandato.
¿Qué busca en realidad? No es fácil saberlo, aunque hay varias opciones a manera de respuesta: primero, la que pareciera más obvia, que el “triunfo” que obtenga, con un aplastante “no” a que se retire antes de tiempo de la Presidencia, le sirva como bocanada de oxígeno para llegar embalado a las elecciones del 24, con fuerza y bríos renovados.
Segundo, que desde ahora y durante los próximos siete meses, ese ejercicio constituya el nuevo circo o cortina de humo para distraernos de la pandemia, la criminalidad y la crisis económica. En todo caso, ambas lecturas no riñen entre sí, incluso se complementan, con lo que mataría dos pájaros de un tiro.
Pero otra opción es que pierda López Obrador, al ganar el “sí” a revocar su mandato. ¿Qué pasaría?, pues que si cumple su palabra y acatara esa decisión, se separaría y vendría la gran interrogante: ¿quién culminaría su gestión? Serían casi dos años y medio. Pensar en el canciller Ebrard, en el senador Monreal o en la jefa de gobierno Sheimbaum, pareciera lo menos dramático, porque él, el presidente, estaría en condiciones de imponer a ese sucesor, y ahí cabría desde su esposa hasta opciones tan demenciales como Gerardo Fernández Noroña. Todo sería posible, por descabellado que ahora parezca.
Hay quien supone incluso que López Obrador estaría buscando intencionalmente perder, para alejarse de la Presidencia en calidad de mártir, de víctima de los conservadores que, como Madero, lo hicieron a un lado de su divina misión de salvar al país de la corrupción. Y esa hipótesis podría complementarse con la que asegura que de esa forma estaría en condiciones de volver a competir en el 24 para asegurarse otro sexenio, bajo el argumento de que su cuarta transformación demanda más tiempo, dado lo podrido en que se encuentra el país.
Son múltiples, pues, las posibles explicaciones a la necedad de López Obrador de que no pase marzo sin que el INE organice es consulta. Ah, y hablando del INE, obvio que el ejercicio serviría para seguir endilgándole todos los males del país, en su demanda porque desaparezca, sea cual fuera el resultado.
Lo que es un hecho es que López Obrador no quiere salir de su entorno natural, la lucha electoral, la contienda política, el descontón callejero, el golpe bajo, la crítica a sus adversarios, el toma y daca con éstos. Eso es lo que sí se le da, en eso sí es un campeón. La gran pregunta es: ¿y a qué hora va a comenzar a gobernar? Por lo visto, nunca.
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