Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo…y por los mismos motivos
Bernard Shaw (1856-1950) Dramaturgo irlandés
No era un partido político. Era “el partido”. En sus años de esplendor, el PRI era “el partido” de México, el que dominaba, el que arrasaba, con buenas o malas prácticas pero arrasaba; el que concedía a la oposición espacios para darle una barnizada de democracia al sistema político. La otrora aplanadora de la política partidista mexicana, llega hoy a los 92 años y lo hace con los achaques propios de esa edad, pero, hay que decirlo, a contracorriente de augurios en sentido contrario, con vida y salud.
Hoy el PRI tiene que aliarse con sus antiguos adversarios porque no le alcanza para jugar solo en las elecciones. Hoy enfrenta una aplanadora aceitada desde Palacio Nacional, fenómeno que no le es ajeno a los priístas: por décadas fueron también aceitados desde Los Pinos.
El PRI, sinónimo de imposición, de corrupción, de dedazo, de abusos desde el poder, de mayoriteos legislativos, hoy le toca enfrentar justo lo mismo pero desde la acera de enfrente, porque Morena ha tomado la estafeta de partido sinónimo también de imposición, de corrupción, de dedazo, de abusos desde el poder y de mayoriteos legislativos. Aunque habrá que decir que como buen ex priísta, el presidente López Obrador ha logrado crear con Morena una versión recargada del tricolor, pero mucho más irracional y menos proclive a compartir el poder, así sea para darle un toque de apertura y de democracia al maltrecho sistema político mexicano.
Pero también es justo advertir que, contra viento y marea, y salvo el PAN, el PRI es el único partido capaz de reciclarse y de perdurar al paso de las décadas. El PRI ha visto nacer y morir a decenas de partidos y él, como el viejo al que todos dan por inminente muerto sólo por su vejez, resiste el paso del tiempo, se niega a perecer y ya bien próximo a la centuria sigue pataleando. Cuando era septuagenario vio la muerte de cerca, cuando perdió la joya de la corona, la Presidencia de la República, pero doce años después la recuperaba, en una épica remontada.
Hoy está de nuevo descabezado. Pero si una vez emuló al ave fénix y resurgió de las cenizas, ¿por qué no pensar que lo vuelva a hacer? Con el PRI es mejor jugar a ser historiador que profeta.
Y sí, como diría Monterroso, al despertar el dinosaurio seguía allí. Sigue allí. Hoy requiere bastón para seguir compitiendo, pero qué chasco pueden llevarse los que lo siguen dando por muerto una y otra vez. El dinosaurio de tres colores no se extingue. Y amenaza con más.
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