La democracia tiene por lo menos un mérito: un miembro del Parlamento no puede ser más incompetente que aquellos que le han votado
Elbert Hubbard (1856-1915) Ensayista estadounidense
Con Guardia Nacional y sin ella, la criminalidad y su faceta más extrema, los homicidios violentos, no merman en ciudades como Uruapan y Morelia.
La capital ha vivido en las últimas horas un escalada brutal de homicidios, a plena luz del día casi todos, y en sitios concurridísimos. Lo delicado es que no se trata de episodios aislados o excepcionales, sino de una constante, de un escenario que se ha vuelto ya habitual.
Es claro que no se trata de modelos policiacos especiales o si hay o no mandos unificados, o si la Guardia Nacional ya llegó o no. En Uruapan, por ejemplo, opera el mando unificado, es decir, la Policía Municipal está subordinada a la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, y la ciudad es una de las más peligrosas del país. En Morelia, en cambio, no opera ese sistema, la Policía local funciona con independencia de la estatal, y la capital compite con Uruapan y ya casi con cualquier ciudad del país, en criminalidad. Y en ambas hay presencia de la Guardia Nacional.
Todo ello obliga a colegir que el problema no es un determinado modelo policiaco, sino la incapacidad absolutamente generalizada del Estado Mexicano para brindar seguridad a sus gobernados.
Y mientras las ejecuciones, los asesinatos a cuenta habientes y los asaltos a mano armada se cuentan por docenas en las últimas horas en Morelia, y también en Uruapan, la Guardia Nacional se dedica a detener borrachitos en las plazas públicas “porque se ven sospechosos”.
En teoría, entre las policías municipal, estatal y de la Guardia Nacional, hay cientos de patrullas y miles de efectivos que debieran estar en las calles morelianas. ¿Por qué no se les ve por ningún lado, salvo esporádicas apariciones en el Centro Histórico?
De patrullar eficazmente las calles y avenidas, los delincuentes se la pensarían dos veces antes de asaltar a un cuenta habiente y asesinarlo sin miramientos en el estacionamiento de un centro comercial en plena avenida Camelinas. Persiguen en moto a la víctima desde que sale del banco, la abordan en el exterior de Office Depot, la asaltan, la asesinan frente a decenas de personas, suben otra vez a su unidad y se dan a la fuga, sin que ninguna corporación policiaca siquiera esté cerca. Todo, a las cuatro de la tarde. Es la impunidad en su magno esplendor.
De terror en lo que se ha convertido Morelia. ¿Tendrá reversa?