La democracia es el abuso de la estadística
Jorge Luis Borges (1899-1986) escritor argentino
Ni la reforma eléctrica, ni la revocación de mandato, ni siquiera la militarización de la Guardia Nacional o la supresión de la prisión preventiva oficiosa, eran o son la verdadera prioridad para el presidente López Obrador.
Su auténtica joya de la corona es el aniquilamiento del Instituto Nacional Electoral, el mismo que organizó, desarrolló y validó las elecciones en las que alcanzó el poder hace cuatro años, pero cuya autonomía hoy ya le resulta un dique en sus aspiraciones para instaurar un maximato en el 24.
Y como joya de la corona, el presidente no se detendrá ante nada para agenciársela. López Obrador no puede arriesgarse a que un INE autónomo e independiente le organice y, menos, le califique la elección en la que sueña con instalar en Palacio Nacional a su corcholata favorita, la que sea, como su títere, y él maniobrar vía WhatsApp desde La Chingada, su rancho en el sureste.
A partir de ahora, a ello dedicará su tiempo y esfuerzo. Hoy puede optar por la vía legal o la fáctica, aunque sea ilegal. Para la legal, ya tiene en la bolsa al traicionero Alejandro Moreno y, él supone, a buena parte del PRI, apoyo con el que, según sus cuentas, le alcanzaría para aprobar la regresiva y anti democrática reforma electoral que ya tiene lista desde hace meses en San Lázaro. Si el PRI se suma, le alcanza para ir por la vía legal.
Empero, si no todos los legisladores de tricolor secundan la traición de su dirigente, lo que es altamente previsible, al presidente ya no le saldrán las cuentas para dicha reforma, dado que es obligadamente constitucional. Entonces echará mano de su plan B, C o D si es preciso: avanzar por las malas, por el método ilegal. Y ello implica desde desaparecer por decreto al INE, hasta boicotear las elecciones para dar pie a su anulación, a que las fuerzas armadas tomen el control del país y por razones de «seguridad nacional», extender su gobierno, «hasta en tanto sea necesario», o colocar un presidente provisional o llamar a nuevas elecciones ya sin el INE, organizadas por su gobierno, con el resultado que hasta un párvulo anticiparía.
¿Descabellado? En absoluto. Descabellado es que a estas alturas alguien suponga todavía que el presidente se detendrá ante algo, así sea la ley, para cumplir sus sueños de instaurar, en los hechos, un moderno maximato. El presidente nunca ha conocido de límites. Hoy menos que nunca, con las fuerzas armadas de su lado de manera incondicional.
Y sí, nada de lo que hemos visto es el techo: peor que se va a poner. Si no, al tiempo. Y a la pesadilla todavía le quedan 750 días.
twitter@jaimelopezmtz