Un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez
Abraham Lincoln (1809-1865) Presidente de Estados Unidos
Era solo cuestión de tiempo. De tiempo y de que alguien actuara con dignidad: en el Sistema Estatal Anticorrupción se ha desatado una lucha intestina que es producto, vaya paradoja, de un acto de corrupción.
De hecho, aquí lo advertimos: el dolo y la mala fe con la que seis de los nueve nuevos integrantes de la Comisión de Selección del SEA, torcieron la calificación de los aspirantes al espacio disponible en el Comité de Participación Ciudadana, en algún momento iba a hacer estallar la bomba.
Bajo ese mecanismo corrupto los seis designaron a Carlos Gamiño García como ganador, cuando el protocolo de puntuación diseñado por ellos mismos daba el triunfo a Claudia Verduzco Moreno. Solo que Gamiño debía ganar, porque era el asesor de la ex diputada Cristina Portillo.
Empero, en un acto de vergüenza y honestidad, los otros tres integrantes de dicha Comisión han tomado la decisión de no plegarse a un hecho de vulgar corrupción, evidenciarla públicamente y además acudir al Congreso del Estado a denunciarla oficial y legalmente. Se trata de Juan Carlos Miranda, Cuitláhuac Guzmán y Miguel Medina.
El escándalo se ha desatado y los diputados están obligados a tomar el asunto con toda seriedad: deben anular los nombramientos de los seis integrantes de la Comisión de Selección que cayeron en un acto de corrupción, proceder a su sustitución y en todo caso ratificar a los únicos tres que han mostrado decencia.
El dilema es fácil de dimensionar: no pueden ser miembros del Sistema Anticorrupción, quienes han incurrido en corrupción. Punto. Así de sencillo. Mantenerlos ahí le daría la última palada de tierra a un esquema que en los últimos meses ha hecho todo por autodestruirse.
El vigilante siempre debe ser vigilado también, si no, aquello se troca en ineficacia e inmoralidad. Hasta ahora, es el caso.
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