La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir
Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) Intelectual francés
Ya llegó Jesús, fue la frase de batalla que empleó Jesús Reyna García en su campaña para ser gobernador en las elecciones del 2007; Reyna jugaba por su partido de siempre, el PRI. Perdió, quedó en segundo lugar detrás de Leonel Godoy, en ese entonces perredista y, por ende, a la postre gobernador. Hoy, trece años después, en el PRI se canta: ya se fue Jesús.
Reyna lidera a un grupo de políticos que decidió esta semana abandonar el PRI. Acusan insensibilidad y cerrazón de las dirigencias nacional y estatal de su ahora ex partido, y han dado un paso de costado. Con Reyna, se va gente como Salvador Galván Infante, Cuauhtémoc Ramírez, Rafael López Hernández, entre algunos más.
En el PRI michoacano, hoy encabezado por un anodino Jesús Hernández Peña, se pretende enviar la señal de que la salida de Reyna y sus seguidores no tiene la menor trascendencia “porque el partido siempre será más importante que cualquiera de sus militantes”; la aseveración es valedera, aunque cabe preguntar si aplica a cabalidad en el caso en comento.
El tricolor está envalentonado por sus recientes triunfos en Hidalgo y Coahuila, y ello parece estarle llevando a una actitud de soberbia que puede costarle caro. En ese entorno, desdeña la salida de Reyna, pero me parece que de nueva cuenta hay una lectura equivocada: cierto, nadie pesa más que una institución, pero hoy esa institución, primero, pasa por su peor momento de fortaleza y de credibilidad. Los referidos triunfos son un espejismo, producto de la acción directa de los gobernadores de ambos estados y del desastre que es Morena en el poder, no de una recuperación priísta.
Pero además, en el caso concreto de Reyna, sin duda es, o era, el activo de mayor peso del priismo tricolor. No hay en éste alguien que le compita en liderazgo. No es desde luego insustituible, como nadie lo es, pero la señal que envía al interior y al exterior del partido, es que éste es incapaz de restañar una fractura interna y a riesgo de las consecuencias, prefiere pasar por un partido dividido antes que corregir.
En franco declive, el PRI no puede darse el lujo de perder a sus cuadros de peso, aunque en Michoacán se lo dio. Es notoria la falta de oficio de sus actuales liderazgos y es evidente que el tricolor no tiene remedio. Al tiempo.
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