Un buen político es aquel que, tras haber sido comprado, sigue siendo comprable
Winston Churchill (1874-1965) Político británico
Es entendible que la designación de Yankel Benítez como contralor de la Auditoría Superior de Michoacán, sea motivo de polémica y hasta de cuestionamientos, dada su cercanía histórica con el ex alcalde capitalino, Alfonso Martínez Alcázar.
Benítez tiene, entre otras obligaciones y atribuciones, verificar el cumplimiento de las metas de trabajo de los auditores que deben analizar el manejo financiero de los ayuntamientos, y ahí es donde, señalan sus críticos, podría darse el caso de un posible conflicto de interés.
Y sí, pude darse, pero eso dependerá de la solidez profesional y moral de los auditores que evalúen el año fiscal 2018, que en sus primeros ocho meses correspondieron a la gestión de Martínez y del propio Benítez como titular de la hoy extinta Secretaría de Innovación.
Y no es que Benítez sea autónomo ni la máxima jerarquía en la ASM, así que tampoco puede suponerse que hará destrozo y medio sin que haya nada ni nadie que lo impida; creer lo contrario es darle un peso que no tiene.
Claramente, en la auditoría que se practique al ayuntamiento que encabezó Martínez, Benítez estará obligado a abstenerse de participar o involucrarse de cualquier forma, justo para evitar el conflicto de interés al que aluden, con razón, sus críticos.
Es cierto que el Congreso del Estado pudo haber designado otro perfil menos polémico, pero también lo es que Benítez tenía todo el derecho a buscar ser nombrado para ese cargo, nada lo impedía en términos legales.
En todo caso, ahora corresponde a él acreditar su solvencia moral y profesional para el cargo, con una actuación impecable, y demostrar que sus críticos, si bien tienen razón a priori en recelar, están equivocados en prejuzgarlo: como sea, sólo de él dependerá. Veremos.
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