Le han acompañado este sábado Santo con el rezo del Vía Matris en Catedral, memorial de los siete dolores que la Sierva del Señor sufrió
Fieles han dado acompañamiento a María, Madre de Dios, en esta mañana de luto, de dolor y de espera a la Resurrección de Jesucristo nuestro Señor. «Queremos acompañar a María» que de regreso de la crucifixión, con su corazón, herido, con su corazón triste y confundido viene de entregar a su Hijo a la muerte: ella sabe que es por el bien de la humanidad pero no lo alcanza a comprender en su dolor de madre», solamente sabe que ha entregado al hijo que iluminaba su vida y le daba alegría.
Así recordó el padre Juan Manuel Quiroz Armenta, rector de Catedral de Morelia, el regreso doliente de María tras la muerte de Jesús en la Cruz, recorrido doloroso y de fe en que para darle apoyo y no dejarla sola fue rezado el Vía Matris, en que se recuerda cómo los dolores de la Virgen tienen su causa en el rechazo que Cristo ha sufrido por parte de los hombres. El Vía Matris remite constante y necesariamente al misterio de Cristo, Siervo sufriente del Señor, rechazado por su propio pueblo.
Las estaciones del Vía Matris son etapas del camino de fe y dolor en el que la Virgen ha precedido a la Iglesia, y que ésta deberá recorrer hasta el final de los tiempos.
Los fieles que se congregaron junto a dos seminaristas que encabezaron el paso por cada estación del Viacrucis acompañando a María, escucharon la oración del padre rector, llevando la imagen de la Virgen dolorosa flanqueada por dos cirios: » acompañemos con este pésame, recordando cada uno de los momentos y estaciones donde Jesús fue ultrajado, clavado y muerto en la Cruz», para dar paso a la petición de perdón a Dios: «pésame, Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido, pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande», y hacer después la promesa de enmienda y no volver a cometer pecado.
El recorrido con María se hizo comenzando con la décimo cuarta estación del Viacrucis en que Jesús es bajado de la Cruz, y hasta regresar al inicio, orando con palabras de dolor y perdón para ella: «Madre María, por el pecado clavamos en tu corazón una espada, Madre nuestra, permítenos seguir tu camino de amor, entrega y servicio, por la Cruz, a la luz. Madre, déjanos llorar contigo por nuestros pecados, causantes de la muerte de tu Hijo, déjanos llorar por los pecados de todos los hombres», exaltando ese dolor entre Jesús y su Madre que les sostuvo mutuamente «sabiendo que extendían por la eternidad el Reino de Dios entre los hombres».
Al paso por cada punto de piedad, el contingente doliente oraba al final de cada reflexión alusiva a cada pasaje de dolor un Ave María, y ofreciendo cantos solemnes alusivos a la soledad y de reparo al corazón destrozado de la madre de Dios por su divino Hijo: «junto al pie de la Cruz Santa en que el Hijo se levanta con dolor su Madre está, qué dolor se igualaría a la pena de María viendo al Hijo agonizar?».
Siete dolores enfrentó María, Madre de Dios, durante su vida tras dar el sí a la voluntad de Dios de engendrar a Jesús el Salvador: la Profecía del Justo Simeón, la huida a Egipto, el Niño Jesús se queda en el templo de Jerusalén, el cuarto dolor es cuando María encuentra a Jesús con la cruz camino al Calvario, María es testigo de la crucifixión y muerte de Jesús, María recibe el cuerpo de Jesús bajado de la cruz, y el séptimo dolor la sepultura de Jesús y la soledad de María.