La Iglesia Católica conmemora los tres días que incluyen las fases distintas del misterio pascual y salvífico de Cristo
Una vez culminada la cuaresma, ha iniciado el Triduo Pascual con la misa de la Última Cena del Señor de ayer jueves por la tarde y que concluye con la oración de la noche del sábado de Gloria que da paso al domingo de Resurrección.
La Iglesia Católica conmemora los tres días que incluyen las fases distintas del misterio pascual y salvífico de Cristo.
La unidad del misterio pascual tiene algo importante que enseñarnos. Nos dice que el dolor no solamente es seguido por el gozo, sino que ya lo contiene en sí. Jesús expresó esto de diferentes maneras, y en la Última Cena dijo a sus apóstoles: «vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría». Es decir, el dolor es uno de los ingredientes imprescindibles para forjar la alegría.
La Resurrección es nuestra pascua, es un paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, del ayuno a la fiesta. El Señor dijo: «Tú, en cambio, cuando ayunes, úngete la cabeza y lávate la cara» pues el ayuno es el comienzo de la fiesta.
Pero, según los lineamientos de la Iglesia Católica, el sufrimiento no es bueno en sí mismo, por tanto, no debemos buscarlo como tal. La postura cristiana referente a él es positiva y realista. En la vida de Cristo, y sobre todo en su Cruz, que se adora esta tarde, está su valor redentor. La Cruz no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es el símbolo de los cristianos en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la Gloria de la Resurrección de Nuestro Señor.
El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la Cruz que es también el de la resurrección: es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del Sagrado Triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas.