La semana pasada hablamos sobre el tema de la reforma electoral que está en puerta y que presidirá Pablo Gómez, uno de los primeros diputados plurinominales que tuvo México a nivel federal.
Una reforma electoral no es para nada cosa menor, pues estamos hablando que lo que hace con ella es legislar sobre quién organizara las elecciones, que generalmente será, que sea el propio gobierno quien organice las elecciones o bien, a través de un órgano autónomo, en donde una vez que se han nombrado sus integrantes, estos cuentan con la libertar que la constitución y las leyes secundarias les dan; se presume que la segunda opción es más imparcial, pues deja fuera de la organización a los partidos políticos.
La reforma electoral también versa sobre las reglas y condiciones para la formación de partidos políticos y los requisitos para sigan participando en las elecciones venideras. La reforma electoral aprobada en 1977 por ejemplo, observaba figuras que hoy no existen, como es el registro condicionado, que consistía que a una organización política que no reunía el 100% de los requisitos para participar, se le daba oportunidad de hacerlo, pero debía de obtener el 1.5% de la votación nacional para lograr de forma definitiva el registro. Hoy día el requisito es el 3%.
Las reformas lectorales también tienen que ver sobre financiamiento público o no a los partidos políticos; esto es que se refiere en sobre sí a las agrupaciones electorales les dará recursos públicos o, bien, permitirá el apoyo de recursos de particulares., que no es un tema para nada menor.
Un asunto para nada menor, es que una reforma electoral también puede tocar el tema de quien calificara las elecciones, es decir quien validara los resultados. Al igual que en los anteriores puntos, esto puede ser que sean los propios candidatos quienes se autocalifiquen, es decir, que entre ellos validen o no los resultados, como sucedió en México durante el proceso electoral de 1988, donde los diputados electos entre ellos aceptaban o no las impugnaciones que se presentaban contra ellos mismos. Otra posibilidad, es que sea un tribunal especializado, que resuelva conforma a derecho.
Además, otro punto que conlleva una reforma electoral, es la que tiene que ver con las reglas del reparto de los cargos en pugna, pues puede aplicarse criterios que tiendan a una equidad o también de que favorezca a la fuerza más votada. Grecia tiene un sistema electoral, en qué si un partido tiene el 35% de los votos, por ley le corresponde obtener una cantidad de diputados que rebasen el 50% del parlamento, lo que nos muestra un ejemplo de lo que es una forma que está lejos de ser equitativo.
Lo que sí, es que la esperanza cuando se hace una reforma electoral, es que se escuchen todas las voces y que se busquen acuerdos, porque si se impone sólo la regla de la mayoría, avasallando a las minorías, esa reforma no soluciona nada y si puede crear mayores inconformidades.
Es cierto que cuando partido tiene una amplia mayoría en la cámara, puede tomarse que tiene respaldo para cambiar muchas reglas, pero nunca es un cheque en blanco para perpetuarse en el poder.
Estos son sólo algunos de muchos temas que una reforma electoral puede contemplar.