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lunes, octubre 20, 2025

EL CARDENISMO DEL IMPULSO ESTATAL A LA DESMEMORIA CONTENPORANEA

El cardenismo, que podríamos decir surgió después del gobierno de Lázaro Cárdenas del Río (1934–1940), fue uno de los fenómenos políticos y sociales más trascendentes de la primera mitad del siglo XX en México. No fue únicamente un proyecto de gobierno, sino una política de Estado que transformó la relación entre el poder y la sociedad. A través de la reforma agraria, la educación socialista y la nacionalización del petróleo, el cardenismo articuló un modelo de justicia social que fortaleció al Estado mexicano y generó una identidad popular centrada en el nacionalismo, la equidad y la soberanía económica; los gobiernos posteriores al General, se dieron a la tarea de resaltar su gobierno como el prototipo del gobierno revolucionario por excelencia y Cárdenas en vida se convirtió en un mito.

El Estado impulsó el cardenismo como un instrumento de legitimación y cohesión nacional. La figura de Cárdenas representó la cercanía entre el poder político y las masas campesinas, construyendo la imagen del presidente como líder moral del pueblo. Las políticas sociales y laborales, junto con la creación de instituciones como la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), consolidaron el pacto social entre el gobierno y los sectores productivos. Así, el cardenismo se convirtió en el rostro popular del Estado posrevolucionario; el cardenismo sirvió para dar rostro a las políticas del estado benefactor de buena parte del siglo XX. Ser cardenista era sinónimo de nacionalista.

Sin embargo, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988–1994), ese legado fue abiertamente cuestionado y desmantelado. La apertura económica, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la reforma al Artículo 27 constitucional significaron el fin del reparto agrario y la privatización de la propiedad social. El campesinado —antes símbolo del cardenismo- fue marginado del proyecto nacional. En esta etapa, el discurso oficial demonizó la intervención estatal y glorificó el libre mercado, persiguiendo las expresiones políticas de izquierda que reivindicaban la justicia social y el nacionalismo económico.

Hoy, el cardenismo sobrevive más como símbolo histórico que como proyecto político. Aunque sus ideales permanecen en la memoria colectiva, el Estado mexicano contemporáneo lo ignora sistemáticamente. Los programas sociales actuales ya no buscan transformar estructuras, sino mitigar desigualdades, y el nacionalismo económico ha sido sustituido por una lógica globalizada. El cardenismo, que alguna vez representó el puente entre el pueblo y el Estado, se ha convertido en una referencia nostálgica, recordada pero desvinculada de la acción política real; la fecha del natalicio del General Cárdenas, que antes era conmemorada con un acto para recordar su memoria, ha venido cada vez a menos y para no ir muy lejos, el día de ayer paso prácticamente desapercibido para la gran mayoría de los mexicanos y gobernantes, que ya no se asumen como cardenistas. Hay nuevas figuras que van borrando su nombre del imaginario colectivo,

En síntesis, el cardenismo fue primero una política de Estado, luego un adversario ideológico y hoy un testimonio del pasado. Su evolución revela cómo el Estado mexicano ha transitado de la justicia social a la tecnocracia, y de la movilización popular a la indiferencia histórica.

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