La pasada noche del 15 de septiembre de 2025 marcó un hito en la historia de México: Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera mujer presidenta en dar el tradicional Grito de Independencia desde el balcón del Palacio Nacional. Durante 215 años dicho papel lo habían ocupado presidentes hombres, sin excepción.
Este hecho trasciende lo ceremonial, teniendo implicaciones simbólicas, sociales y políticas profundas, que vale la pena analizar:
Cuando una mujer ocupa un lugar simbólico tan poderoso como dar el Grito, se reescribe una narrativa tradicional. Se reconoce que las mujeres no son solo partes invisibles o secundarias de los procesos históricos, sino protagonistas. En este caso, Sheinbaum honró explícitamente a heroínas como Josefa Ortiz Téllez-Girón (antes Josefa Ortíz de Dominguez), Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, además de mencionar “heroínas anónimas” e indígenas.
Tradicionalmente, los símbolos nacionales -el Grito, la bandera, los héroes- han sido expresiones dominadas por figuras masculinas. Incorporar a las mujeres al centro de esas representaciones ayuda a equilibrar esa historia, contribuyendo a una identidad más plural y justa.
El hecho de que nunca antes una mujer presidenta de México hubiese encabezado esta ceremonia revela barreras persistentes: culturales, institucionales, simbólicas. Que alguien lo haga ahora contribuye a que el “techo de cristal” que impide ver a las mujeres en ciertos espacios de poder sea más frágil.
Aunque este paso es histórico, no debe hacernos pensar que se ha alcanzado la igualdad plena:
Persisten desigualdades estructurales: discriminación, barreras de acceso, roles sociales rígidos.
No basta con representar simbólicamente; es importante que las mujeres en el poder tengan autonomía real, recursos y apoyo institucional para transformar políticas.
Riesgo de que lo simbólico sea solo un gesto si no va acompañado de acciones concretas que mejoren la vida de las mujeres (igualdad salarial, derechos reproductivos, justicia, etc.).
El hecho de que Claudia Sheinbaum haya sido la primera mujer en dar el Grito de Independencia en México no es un mero detalle protocolario; es un evento que encierra un largo proceso de luchas por la igualdad.
No obstante, para que ese simbolismo se traduzca en transformaciones duraderas, debe ir acompañado de políticas, cambios culturales, reformas y compromiso institucional con la igualdad. En tanto más mujeres lleguen a liderar no solo ceremonias, sino también decisiones clave, más cerca estaremos de una democracia que verdaderamente represente a todos y todas.