El sector turístico mexicano se encuentra en una encrucijada estratégica, donde la ambiciosa meta gubernamental de posicionar al país como el quinto destino más visitado a nivel mundial contrasta con las acciones implementadas para alcanzarla. Recientemente, la Secretaría de Turismo asignó mediante adjudicación directa un contrato por 12 millones de pesos a una empresa de mercadotecnia para el diseño de una estrategia y la creación de contenidos audiovisuales que, según el título del contrato, «contribuyan a lograr ser el quinto país más visitado».
Esta decisión ha generado escepticismo entre analistas del sector, quienes cuestionan que una campaña de comunicación, por sí sola, pueda producir el salto cualitativo necesario para escalar desde la posición 13 o 14 que actualmente ocupa México en el ranking global.
Las dudas se fundamentan en ejemplos internacionales de éxito. Casos como el de Turquía, que recientemente ascendió en el escalafón, demostraron que la clave reside en la ejecución de inversiones estructurales contundentes: el desarrollo de un hub aéreo de clase mundial en Estambul, un aumento masivo de la conectividad aérea y campañas promocionales de gran alcance.
En este sentido, el sector privado en México parece estar avanzando por su cuenta. Un ejemplo alentador es el restablecimiento, tras más de dos décadas, de la conectividad aérea directa con Puerto Rico, operada por Aeroméxico, una ruta que se prevé impulse significativamente el flujo de visitantes desde y hacia el mercado mexicano.
Paralelamente, el dinamismo del mercado interno es innegable. Plataformas como Civitatis reportan un crecimiento de doble dígito en viajeros mexicanos, con una proyección del 30% para 2024, lo que evidencia una robusta demanda y un creciente apetito por explorar nuevos destinos, tanto nacionales como internacionales.
No obstante, los desafíos estructurales de fondo persisten y podrían frustrar las aspiraciones.
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) alerta sobre una posible escasez de hasta 900 mil trabajadores en el sector para 2035, subrayando la urgente necesidad de modernizar y dignificar el empleo turístico, transformándolo en una carrera atractiva con condiciones laborales competitivas.
A este crítico obstáculo se suman los históricos desafíos en seguridad vial, la cancelación de proyectos de infraestructura aeroportuaria clave como el de Texcoco y el cierre del organismo de promoción turística en el pasado.
La disyuntiva está perfectamente delineada. Mientras las autoridades federales apuestan inicialmente por estrategias de comunicación y contenido, la industria y los analistas insisten en que la ruta auténtica hacia el «top five» global requiere de una estrategia integral que priorice inversiones contundentes y políticas de estado en conectividad aérea, seguridad, desarrollo de capital humano y promoción internacional agresiva.
El potencial natural y cultural de México es inmenso, pero sin estos cimientos estructurales, el riesgo de que la meta quede en una simple declaración de intenciones es significativo.
La próxima Copa Mundial de la FIFA 2026, que México coorganizará, representa una oportunidad para demostrar capacidad operativa y atraer flujos masivos de visitantes. Sin embargo, expertos advierten que sin una visión de largo plazo que trascienda los ciclos sexenales y articule efectivamente las acciones del gobierno federal con los estados, la iniciativa privada y las comunidades, el riesgo de desaprovechar este impulso es considerable.
El verdadero reto no parece ser la elaboración de contenidos promocionales, sino la construcción de una política de Estado que transforme al turismo en una verdadera palanca de desarrollo sostenible, con infraestructura competitiva, mano de obra calificada y seguridad jurídica para las inversiones.