La economía mexicana, por razones que escapan a la comprensión del poder, va de mal en peor.
Lo lamentable de esto no es sólo la caída de la actividad económica en general, sino que no parece haber poder humano, mitológico, divino, ni chamánico (en este caso, una amonestación de la Pacha Mama) que haga cambiar de opinión al presidente López Obrador y a su primer círculo, para modificar el rumbo de la economía.
A los descalabros económicos y financieros del primer año de gobierno, los defensores convictos de la 4T les encuentran toda clase de excusas, pretextos y justificaciones: que el cambio no es fácil, que limpiar el pasado es una tarea de los dioses del Olimpo, que lo maligno del neoliberalismo dejó al país en estado de shock, etcétera.
Lo cierto es que, debajo de tanto subterfugio y detrás de la tarea titánica de malignización del pasado que ha emprendido el obradorismo, lo que se oculta es el grave desconocimiento del gobierno respecto del México real, además de una gran ignorancia y una pavorosa incapacidad para manejar los temas económico-financieros.
Junto a la ignorancia y la incapacidad, la perversión y la maldad de la 4T hacen lo suyo.
Es asunto de falta de ética y honradez, de perversión y de maldad inducir una crisis de definiciones, de personal y medicinas en el sector salud, con el propósito de justificar la eventual “invasión” (lo dicta el Foro Social de Sao Paulo y así lo han hecho Venezuela, Ecuador y Nicaragüa) del ejército de médicos cubanos que llegarían a hacerse cargo de la salud y la taquicardia caliente en el país (sin contar que tomarían el gobierno político en sus manos), además de brindarle motivo y escenario al “superhombre de masas” para presentarse como el augusto “salvador” de la patria, respecto de la crisis que usted guste y mande: la migratoria, la de salud, la energética, la de confianza o la de falta de crecimiento económico.
Acotación al paso: el gobierno no está calculando que el fracaso de la educación y de la salud pública, por mencionar solo dos rubros, lo que harán será incrementar el éxito de la educación y la medicina privadas.
En el aspecto económico -lo hemos afirmado en esta columna desde el inicio de la actual administración- México semeja a un ciego que va de la mano de otro ciego hacia donde ninguno de los dos sabe.
Los indicadores positivos del comportamiento económico-financiero del país en 2019 lo son contra, más allá, al margen o a pesar de los lineamientos de política económica del actual gobierno, según se desprende de estudios del IMCO, el propio INEGI y el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP).
El hecho de que hayamos tenido una economía en recesión, que no creció ni técnica ni realmente en ninguno de los cuatro trimestres del año, lo que indica, en términos brutos, son dos cosas: la primera, que el gobierno no genera ni inspira confianza alguna al mercado interno y, la segunda, que es además el principal agente de incertidumbre para los distintos sectores productivos y financieros.
Esto último explica, entre otras cosas, que México no sea hoy un país confiable para las corrientes y los flujos de inversión de la economía global; que las industrias automotriz (que cayó en diciembre 8.7 por ciento), manufacturera, de la construcción y de servicios se encuentren deprimidas y en picada; que 2019 haya sido el peor año en una década en materia de creación de empleos; por último, la incertidumbre general explica, también, los temores que ha hecho públicos el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, en el sentido de que habrá descontrol y crecimiento de la inflación en el primer trimestre de 2020.
En otros términos, la perspectiva del año que comienza no es muy halagüeña para México, entre otras razones, porque quien parte de premisas equivocadas hace de la equivocación el eje de su movimiento y llega, invariablemente, a conclusiones equivocadas.
No se puede reformar a un Estado por medio de su destrucción, ni se puede apostar al desarrollo de una economía mientras se distorsiona, con visiones obtusas y rinconeras, la teoría de la dinámica económica.
Pisapapeles
Alguien, quien sea, haría muy bien en sugerir a tiempo un Golpe de Timón en la cima del poder político, antes de que los demonios de la catástrofe nos alcancen.
leglezquin@yahoo.com