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lunes, septiembre 22, 2025

HERENCIA PONZOÑOSA    

SIN ORDEN NI CONCIERTO                                        

La presidente formal de México no ha concluido un año en su ejercicio, y el poder real del obradorato (de donde emanó) la sigue marcando con su pestilencia.

Recordemos uno de los proyectos iniciales de López Obrador, a su llegada a la presidencia: “Si por mí fuera, yo desaparecería al ejército y a las fuerzas armadas del país”.

Con pacifismo, disfrazó su odio en contra de esas honorables instituciones.

Cierto, no pudo desaparecerlas como él deseaba; empero, sí logró corromper a muchos de sus altos mandos, a base de embriagarlos en poder político, a través de mancharles las manos con poder económico, y logró atrofiarles su decoro ético militar, imponiéndoles tareas ajenas a la labor castrense.

Ese maligno propósito presidencial lo llevó, a cabo, con esas severas afectaciones al servicio de las armas; pues dejó a la población en manos del crimen organizado bajo la política de “abrazos y no balazos”, aplicada en exclusiva a favor de la delincuencia.

Jugó con el voto popular, destruyendo un proceso electoral perfectible que le permitió llegar a la presidencia; para asumir, después, el papel de gran elector, decidiendo quiénes serían candidatos, y los humilló, llamándoles “mis corcholatas”.

Mintió, dándoles un barniz democrático de aceptación popular, pero los sujetó a su pleno control.

Él mismo dispuso, autocráticamente, que fuera la ganadora su corcholata consentida, a quien le inyectó miles de millones de pesos mal habidos, para asegurar su complicidad eterna y su ciega obediencia a perpetuidad.

Destruyó a los tres poderes federales, centralizó el poder de las gubernaturas de las entidades federativas; y, por ende, al municipio libre lo convirtió en su títere, quedando en la nación algunas excepciones honrosas de funcionarios con aceptables márgenes de honestidad, mientras la irritación razonada de la sociedad está creciendo.

Mentir y destruir, es su fatal signo; así, el obradorato prosigue corrompiendo todo lo que toca.

El primero de septiembre del 2019, el autócrata presidente López aseveró, desde Palacio Nacional: “Hemos podido eliminar prácticamente todo el huachicol en México”; y con esta perniciosa farsa, destruyó el viejo y rudimentario sistema del huachicol.

Y en su lugar, creó todo un nuevo y tecnificado emporio de huachicol fiscal; éste que les acaba de explotar en plena cara.

En donde, al parecer, descalzonaron al propio presidente real y vitalicio de apellidos López Obrador, a Adán Augusto López, el hermano del alma de Andrés Manuel, al almirante José Rafael Ojeda Durán y a sus dos sobrinos y cómplices, al empresario banquero Alfonso Romo, quien fuera jefe de la oficina de la presidencia con López Obrador, a los hijos del presidente Amlo, Andy y Bobby, y a miles de personas.

La cloaca está abierta. Ese podrido drenaje configuró fama pública: Todo México comenta y analiza sobre el penoso caso. Fuera de nuestro país se investigan sus implicaciones.

El caso, es de hampones, y ha motivado, a la vista, suicidios, asesinatos y desapariciones.

Solamente la presidente formal niega los hechos, con una ineptitud inaudita, contradictoria, anodina e ilícita: “No hay ninguna prueba que incrimine a funcionarios públicos de alto nivel.”

Pero todos vemos que el problema no sólo es el capo Hernán Bermúdez Requena, líder de “La Barredora”, cuate y colaborador cercanísimo de Adán Augusto López.

El fenómeno que observamos es una desmesurada alcantarilla, enorme, más grande que el territorio nacional, ya que se radica en varios países como una mezcla internacional de redes complejas de narco crimen, en la que participan banqueros, almirantes de la marina, aduaneros, generales del ejército, empresarios, profesionistas, de varias nacionalidades, y cárteles de la droga, con trenes, aviones, tráileres, submarinos, helicópteros y barcos.

Las destrucciones y mentiras del presidente López, al suponer, hicieron crecer brutalmente esta mescolanza de vínculos confusos de delincuentes de todas las especialidades.

Es la herencia ponzoñosa, sin orden ni concierto, del obradorato.

Obvio, en su decadencia acelerada, la presidente formal no ve nada; ella sólo vive para cubrir de todo mal a su amo López, y lo exime de todo ilícito. Ella es la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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