DESAMPARA AL GOBERNADO
La presidente formal de México señaló: “El 2 de octubre no se olvida. En mi calidad de comandante de las fuerzas armadas asumo el compromiso de que nunca más reprimiremos al pueblo de México.”
Se refería al 2 de octubre del 1968, donde en la Plaza de Tlatelolco de la Ciudad de México hubo, conforme a las cifras señaladas por los dirigentes de ese movimiento, “cerca de 350 muertos”, una dolorosa matanza, absurda, que todos seguimos repudiando.
Sin embargo, nuestra severa repulsa no debe ser, sólo, por ese hecho lamentable.
Cada vez que el gobierno, o sus agentes o funcionarios, maten a un ser humano, o permitan que se mate a un congénere, todos debemos desaprobarlo, y exigir la estricta aplicación del derecho.
De asesinatos cometidos por el poder público están llenos los registros históricos de nuestro país.
Puede ser 1 el exterminado, pudieran ser 43 los aniquilados, han sido más de 800,000 los asesinados.
Es de interés la cantidad de los muertos, pero basta con uno, para que nos agravie a todos, y a cada uno de los mexicanos.
No exagero con los más de ochocientos mil mexicanos matados por el gobierno. Nosotros, como generación, somos testigos de cómo un presidente llamado Andrés Manuel López Obrador, con su irresponsable política de salud pública frente al Covid-19, causó esa matanza brutal, sin remordimiento alguno.
En sus mañaneras tenemos pruebas DOCUMENTALES PÚBLICAS y HECHOS NOTORIOS de sus decires insensatos: “Eso del covid-19 es una invención de los de la mafia del poder”, “lo del covid-19 es una enfermedad de ricos”, “con un billete de dos dólares en la bolsa no me da ese covid”, “basta con un escapulario, y diciendo, detente maligno, para librarnos de esa pandemia”, “yo no me vacunaré”, “no es necesario el cubre bocas”, “ante ese covid, sigamos haciendo nuestra vida, como siempre”.
El fatal resultado de ese estúpido comportamiento presidencial fue la enorme cantidad de muertos.
Sumemos, a todo ello, los asesinados por las pésimas políticas de los gobiernos, respecto a la seguridad pública; seguridad pública que es la primera, básica y principal, responsabilidad de todo Estado moderno.
Al no cumplir con ese deber fundamental, la dupla autoritaria Sheinbaum-López está reprimiendo al pueblo de México.
La mayor represión para todos y cada uno de los mexicanos es no contar con seguridad pública por padecer de un narco gobierno, chapucero y ruin.
Sus tramados engaños son tan cínicos como siniestros.
Ejemplificaré con una de sus tramas recientes.
Ernestina Godoy Ramos, senadora con licencia y Consejera Jurídica de la presidente formal, fue quien dio instrucciones para que se aprobará el proyecto de la nueva Ley de Amparo, en el senado, con las características de retroactividad, para darle la oportunidad a la presidente formal, Sheinbaum, de que se le pudiera calificar, después, como “valiente y acertada”, al ordenar públicamente que esa retroactividad no era correcta, ya que resultaba francamente inconstitucional.
Es decir, por debajo de la mesa, Sheinbaum mandó manchar con “retroactividad” una iniciativa encaminada a destruir el juicio de amparo mexicano, para con ese distractor poder colgarse la medalla de salvadora del amparo.
¡Qué tontería!
Sus autoengaños son una constante muy costosa para México.
Cientos de miles de millones de pesos nos cuesta a los contribuyentes la falsa imagen de la presidente formal, todo para que se publicite (con su rostro de sonrisa angustiada) que más del 80% de los mexicanos “la quieren y la apoyan”.
Padece la presidente formal del síndrome de la madrastra de Blanca Nieves: “Espejito, espejito, ¿quién es la más bonita?”
Acaso, los que la pueden querer y apoyar son los vándalos encapuchados de negro que el pasado 2 de octubre enturbiaron, con sus variados delitos, la histórica y justa marcha en contra del autoritarismo y la dictadura que siguen prevaleciendo en México.
Desde Veracruz, ante los marinos, Sheinbaum leyó un discurso de un barroquismo enredado y vacío: “Lo contrario de la honestidad es la corrupción, la cual debe verse siempre como lo que es, una traición a todos los valores. La corrupción es deslealtad, y eso no puede tener cabida en nuestras instituciones, por eso debe sumarse con fortaleza y, al mismo tiempo, enaltecer la honestidad como principio de vida.”
¿Cómo aplicará Sheinbaum, directa y precisamente, ese rococó lingüístico a la corrupción, deshonestidad y traición, de Andrés Manuel López Obrador?, y de sus ‘narco juniors’, como con toda exactitud les ha denominado la periodista Beatriz Pagés.
La dupla presidencial Sheinbaum-López está por amparar su dictadura, a costa de desamparar a los gobernados.