La Procesión del Silencio de Morelia, la segunda más grande de México y la única que se hace en la obscuridad
La Virgen María de la Soledad recibió el pésame del pueblo cristiano, representado en la voz del arzobispo Calos Garfias Merlos, quien conmovido por el dolor de la madre de Jesús derramó lágrimas de compasión al saber que aún hay madres que tienen que padecer el sufrimiento de ver un hijo muerto por la violencia desmedida de la sociedad.
Con cinco mil velas que regaló el Ayuntamiento a través de la Secretaría de Turismo municipal, morelianos y turistas fueron parte del escenario de la Procesión del Silencio de Morelia, la segunda más grande de México y la única que se hace en la obscuridad, según cuenta Thelma Aquique Arrieta, secretaria de Turismo Municipal.
Participaron 22 cofradías y dos mil personas en el recorrido de silencio que comenzó desde la calzada Fray Antonio de San Miguel; luego de ver pasar las imágenes de Cristo en la cruz; en el Calvario; así como de Jesús muerto, María se convirtió en el centro de atención del evento.
Frente a Catedral, el arzobispo de Morelia trajo a la reflexión de los católicos reunidos el dolor de la mujer que perdió a su amado hijo; dijo que momentos como éste a veces el silencio puede consolar más que mil palaras, porque es cuando los gestos, las lágrimas y el amor se sienten más.
“Ver la cara empapada de lágrimas, con una mirada rota y llena del inmenso deseo de abrazar a su hijo, María de la Soledad se convierte en esta noche el símbolo más importante de humildad ante Dios”, comentó el sumo sacerdote.
Durante su participación, Carlos Garfias aprovechó para traer a la realidad el duelo de María en las madres que aún sufren el dolor de tener un hijo secuestrado, violentado, muerto por la violencia que persiste en los corazones de la sociedad, el narcotráfico, degenere y sobre todo por la falta de Cristo.
“Solamente cuando se está lejos de Dios se deja de ver al hermano, se deja de estar en el bien y prefiere estar en el mal, fuera de la espiritualidad y más cerca de la vanidad, la lujuria y el pecado carnal que envenena el alma del ser humano”, aclamó el párroco.
Por lo anterior, pidió a los visitantes reflexionar para cambiar desde el seno familiar la desintegración, la falta de atención, rivalidad y el enojo que hay en el núcleo de la sociedad; en contraste pidió estar más en comunión y en pleno amor a todos y el todo creador.