AUTODEFENSAS CONTRA EL ICE
La desesperación de los migrantes mexicanos, en su mayoría michoacanos, por las redadas de que realiza el ICE para arrestarlos, ha ocasionado enfrentamientos con los agentes migratorios y hasta la conformación de grupos de autodefensas.
Lo integran hijos de inmigrantes que crecieron con la certeza de que sólo tenían las manos para cambiar su suerte. Vieron a sus padres abrazar la madrugada para llevar el alimento a casa, tal y como ellos salen ahora a patrullar las calles para defenderse de los agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) y de hombres sin rostro que identifican como “mercenarios”.
La “caza” de migrantes se da en cualquier parte y a cualquier hora, inclusive allanando domicilios sin una orden judicial, especialmente en barrios habitados por migrantes latinoamericanos.
Alrededor de 22 millones personas en Estados Unidos viven en hogares de estatus migratorio mixto, es decir, donde algunos miembros son ciudadanos o residentes legales y otros no tienen estatus migratorio autorizado.
Esta cifra, que representa el 4.8% de los 130 millones de hogares en Estados Unidos, es avalada por el Instituto de Políticas de Migración (MPI sus siglas en inglés) y el Centro de Estudios para la (sus siglas originales, CMS).
En esos hogares, hay 1.3 millones de adultos –comparten casa con familiares o roomies– y 4.4 millones de menores de edad son hijos de indocumentados, de acuerdo con análisis del Pew Research Center (o Centro Pew), especializado en el tema.
Para defenderse, militante de Unión del Barrio, una organización que es parte de la Coalición por la Autodefensa de la Comunidad, una red de más de 60 grupos del condado de Los Ángeles, han conformado grupos, no solo para enfrenta a los agentes del ICE, sino también a un grupo de paramilitares o caza recompensas, identificados como grupos no verificados, que operan ilegalmente en la detención de manera violenta de migrantes.
Desde las calles calientes de Huntington Park, la ciudad de clase trabajadora latina al sur del condado angelino, hasta los callejones polvorientos del barrio Boyle Heights con fuerte sabor mexicano, el modus operandi es el mismo: sujetos con el rostro cubierto se aparecen en camionetas fantasmas, sin placas, vestidos de civil, armados con radios, herramientas tácticas y sin condición física.
Interceptan a migrantes, sin importar que tengan o no papeles, y los arrestan sin identificación oficial mediante, para llevarlos a centros de detención donde se les interroga sobre su estatus migratorio.
“La línea entre lo legal y lo ilegal se borró”, dicen los acechados. Para empeorar este contexto, hace poco los activistas descubrieron a un hombre en Huntington Park que no era agente ni mercenario, sino un posible psicópata.
Para confrontar a esta situación, la Coalición por la Autodefensa de la Comunidad ha creado sus propias patrullas. Tres personas por vehículo, recorridos en las noches, mensajes de alerta que corren por las aplicaciones de mensajería WhatsApp o Telegram.
Los operativos comunitarios son discretos, pero decididos. No llevan armas, sino ojos, celulares, indignación. Identifican, documentan y alertan. En ocasiones, han llegado a grabar a los supuestos agentes justo cuando se preparan para una redada. En otras, logran interrumpirla antes de que inicie.
Ese es el infierno que viven los paisanos, quienes se organizan solos por que su gobierno, el mexicano, les ha vuelto a fallar y los ha dejado solos en la lucha.