LAS MASCOTAS Y LA VEJEZ
Aunque la soledad no es ni debería ser una característica propia del envejecimiento, sí es un común denominador. Por ello, la presencia de una mascota representa una compañía importante para el día a día de los adultos mayores, especialmente en quienes viven solos o en pareja.
La independencia de las hijas y los hijos puede afectar la autopercepción que los adultos mayores tienen como seres útiles. Pero la presencia de una mascota ayuda a “recobrar” ese sentido de utilidad, ya que la procuran y le dan un estilo de vida saludable, amoroso y pleno.
Además, una mascota es una fuente de beneficios a la salud mental del adulto mayor y un elemento para disminuir los efectos de una de las problemáticas de esta etapa: la soledad no deseada y el aislamiento social.
Proteger y cuidar a estos seres vivo satisface su necesidad de ser indispensables e irremplazables; tanto así que llegan a percibirse como los cuidadores principales.
Incluso, la investigación Vinculación psicológica humano-animal en adultos mayores, de Elsa Serrano, recogió un par de testimonios que afirmaron sentir a sus mascotas como un tipo de “reemplazo” de las y los hijos, nietos o familiares que ya no conviven con ellos.
De hecho, a veces modifican sus hogares para destinarles un espacio propio y los incluyen en sus tareas cotidianas como barrer, ver la televisión, comer, tomar la siesta vespertina o dormir.
En la vejez se incrementa el riesgo de desarrollar problemas articulares, enfermedades crónicas, cansancio y otras dolencias más. Pero la evidencia científica ha demostrado que la convivencia y el apego a las mascotas aportan beneficios a la salud física de las y los adultos mayores.
Por ejemplo, los cuidados básicos de un canino incluyen paseos y momentos de recreación que los lleva a activarse físicamente: lanzarles una pelota, dejarlos jugar con otros perros o sólo acariciarlos mientras duermen en sus camitas.
Las mascotas son consideradas como “lubricantes sociales”, ya que las personas mayores pueden generar nuevas amistades (incluso intergeneracionales) a partir de su amor por los animales y su interés por brindarles una vida digna.
De hecho, una encuesta a 339 personas de la tercera edad— recuperada en un estudio del 2005—, comprobó que quienes eran dueñas de mascotas ostentaban más interacción y contacto social, así como amistad vecinal.
Asimismo, puntualizó el documento, rara vez o muy pocas veces se sentían solas; les era más sencillo forjar nuevas amistades y, por ende, su red de apoyo era mucho mayor a la de alguien sin animales de compañía.
Solo quienes tienen mascota en esa etapa de la vida, conocen de los beneficios.