FIN DE UNA ERA
Hoy México ha dejado de ser una República democrática para convertirse en una dictadura de partido que abusa del poder y restringe cada vez más los derechos humanos de sus ciudadanos.
En la sesión extraordinaria, la última de la actual Sala Superior celebrada hoy, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña expresó su reconocimiento y gratitud a cada uno de los ministros y ministras que integraron el pleno y el tribunal.
La ministra presidenta dio su discurso final ante el pleno del máximo tribunal del país, y aseguró que la historia juzgará a quienes llegaron a juzgar.
“La Suprema Corte ha recorrido un largo camino para construir su legitimidad. No me corresponde a mí valorar en qué medida ese objetivo se alcanzó. Serán nuestras sentencias las que darán cuenta de ello. Será la sociedad y la historia misma, las que juzgarán a quienes hemos juzgado”, señaló.
La ministra reconoció que, al levantar la sesión, culminaría un ciclo fundamental de la vida pública mexicana, que inició hace poco más de 30 años. Esto, ya que el próximo 1 de septiembre tomarán protesta los nuevos integrantes de la Corte, elegidos mediante una elección.
En este sentido, destacó que debido a este hito histórico es necesario reconocer el papel de la Suprema Corte como el máximo tribunal constitucional, que ha buscado garantizar la progresividad de los derechos humanos.
Por ello, lo describió como “la piedra angular a la justicia constitucional, el máximo garante del ordenamiento jurídico nacional y un bastión en la defensa de la democracia y las libertades de todas las personas”.
“Mientras existan mujeres y hombres dispuestas a defender la justicia con integridad, este país tendrá un horizonte de dignidad y de libertad”, concluyó Norma Piña, dando por terminada la histórica sesión.
Existía la versión de que en esta última sesión la SCJN, Norma Piña anularía la reforma y elección del Poder Judicial, que, a partir del primero de septiembre estará al servicio de los intereses políticos de la 4T y no de los mexicanos; pero la institucionalidad de la ministra presidenta fue más grande, que su frustración de ver el fin de la República.