EL PELIGROSO REFRESCO
Con un consumo per cápita anual de 166 litros, México se encuentra entre los países con mayor ingesta de refrescos en el mundo. Esta cifra implica que siete de cada diez niños y adolescentes beben refresco diariamente, incluso en el desayuno, lo que ha contribuido a que cuatro de cada diez menores presenten sobrepeso y obesidad, condiciones directamente vinculadas al desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles desde edades tempranas.
Un solo envase de 600 mililitros contiene el equivalente a 15 cucharaditas de azúcar. Esta cantidad, ingerida diariamente, genera daños acumulativos a la salud. Esta situación ha sido relacionada directamente con el incremento de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes mellitus y los padecimientos cardiovasculares.
Según reportes de la secretaría de salud, nuestro país enfrenta una crisis de salud pública vinculada al alto consumo de refrescos. Ante ello, México se posiciona entre los mayores consumidores mundiales de bebidas azucaradas.
Los datos oficiales revelan que el impacto del consumo de bebidas azucaradas va más allá del aumento de peso. En México, uno de cada tres nuevos casos de diabetes mellitus y uno de cada siete nuevos casos de enfermedades cardiovasculares se atribuyen directamente al consumo de refrescos.
En 2024, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó 112.641 muertes por diabetes mellitus y 192.563 por enfermedades cardiovasculares. Estas cifras ilustran el costo humano y sanitario de una cultura alimentaria que normaliza el consumo habitual de productos altos en azúcar.
Además, antes de fallecer, las personas afectadas por estas enfermedades suelen perder aproximadamente 10 años de vida saludable, enfrentando complicaciones que deterioran su calidad de vida, como dependencia de tratamientos como la hemodiálisis por insuficiencia renal crónica, hígado graso y cirrosis no alcohólica.
Por ello debe existir una estrategia nacional centrada en la prevención desde la infancia y mantenerla activa a lo largo del ciclo de vida.
Espero que después de conocer estos datos, se pregunten si realmente vale la pena tomar un refresco todos los días. Si es consumidor asiduo de este producto, considere que está firmando su certificado de muerte por adelantado.